Discurso devaluado: cambió el relato por la sarasa
«Sarasa» o «Sanata», en lenguaje del lunfardo argentino, o incluso en cierta jerga mexicana, tiene una misma connotación: decir una cosa por otra, decir algo seriamente pero que carezca de veracidad; en definitiva «mentir».
Ayer, antes de iniciar su exposición ante Congresistas argentinos, el Ministro de Economía Martín Guzmán hizo un comentario mientras conversaba con el Presidente de la Cámara Baja, Sergio Massa: «Yo también puedo sarasear hasta que esté».
Los micrófonos estaban abiertos y en medio de la espera a que se solucionen cuestiones tecnológicas el titular del Palacio de Hacienda hizo ésta revelación: podía entretener a los legisladores – y de hecho a los ciudadanos que luego lo iban a escuchar- con mentiras.
Ocurre que estaba a minutos de dar a conocer un Presupuesto nacional, en el mismo día en que el INDEC (organismo oficial que genera los indicadores de la economía nacional) informaba de la peor crisis económica y recesión financiera desde la «gran crisis del 2001», que terminó con el gobierno del Presidente Fernando De La Rúa y desembocó en una sucesión de 5 mandatarios «débiles» originando un estallido social hasta ahora sin precedentes en el país sudamericano.
Sin pudores – quien tardó seis meses en organizar un acuerdo con los acreedores extranjeros, que en realidad significó suspender los pagos de deuda hasta el próximo periodo de gobierno – admitió que no tenía nada serio o importante que decir.
Pero qué decir de la «sanata» en el país que la inventó. Ocurre que el siglo pasado un extraordinario actor cómico, llamado Fidel Pintos ideó un personaje icónico de la segunda parte del siglo XX: «el charlatán de café».
«Fidel» como lo conocían en el ámbito del teatro y la televisión inventó este género humorístico. Tan famoso fue que incluso el general Juan Domingo Perón, el inventor de un género político llamado «peronismo» lo confundió con Fidel Castro.
La técnica de la «sanata» consistía en monologar con tono grandilocuente, pero diciendo frases in conexas e incluso inentendibles. Una argumentación vacía que por su aparente seriedad llegaba a confundir al sorprendido interlocutor o espectador. Esto es lo que pretendía hacer Guzmán frente al Congreso.
Esta manera de subestimar a los ciudadanos no es ajena a otras áreas del gobierno de Alberto Fernández. Precisamente él llegó a la presidencia de Argentina luego de haber sido ungido candidato por Cristina Fernández de Kirchner, a quien denostó durante varios años acusándola de corrupción, e incluso dejando dudas sobre su participación en la muerte del fiscal Nisman. Pero eso es harina de otro costal.
Lo cierto es que empezado el nuevo gobierno, otro ex ministro (en este caso de Salud) le dijo a la debutante ministro de Seguridad que mintiera.
Este consejo también se pudo conocer gracias a otro micrófono abierto y al descuido de los dos funcionarios que suponían que hablaban en secreto.
«Vos tenés que poner a alguien que los escuche. Tenés que poner a alguien que los escuche, que los atienda y después hacemos lo que nosotros queremos», le dijo el ex Ministro que acababa de llegar a la gobernación de la provincia de Tucumán.
La lista es extensa y deja al descubierto una lógica en donde ya ni siquiera se plantea hacer un relato elaborado como el propuesto por el «kirchnerismo incipiente» que buscaba un lenguaje épico para ocultar sus intenciones. Ahora no hace falta construir nada, con sarasa alcanza.
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