Un súper desconocido
Informe XII Especial COVID-19 – Parte 1 – Giacobbe & Asociados – 09/20
Por Lic. Luis Alberto Mamone – Director de Giacobbe & Asociados – Psicólogo
El sujeto sobrevuela la panamericana en un helicóptero imponente, escudriñando la avenida General Paz desde las alturas. O monta en su moto alemana de alta cilindrada rapando velozmente hacia el puente La Noria, donde establece una discusión acalorada con un control federal. O si se prefiere, camina cansinamente por las calles de tierra de la villa bonaerense Itatí en plena noche y bajo el resplandor de las luces de la ciudad. En su mano derecha se podrá apreciar un subfusil negro de fabricación nacional que el ministro mantiene siempre apuntando hacia el suelo. O si se busca un contexto distinto a los anteriores, explica a la teleaudiencia las características morfológicas peculiares que tiene un virus para tener en jaque a un planeta.
Definir a Sergio Berni. Esa fue la tarea. Los resultados obtenidos son altamente sugestivos, y permiten analizar cuestiones que van más allá del Ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires.
El primer dato revelador fue que la mayoría del segmento encuestado no pudo encontrar la posibilidad de calificar al médico, militar, abogado y político bonaerense.
Con respecto a las sumas de las encuestas positivas, la palabra más votada fue «Desconocido». Y aquí nace el primer interrogante. ¿Cómo un funcionario de trayectoria altamente mediática puede calificar como desconocido?
¿Es la pantalla el instrumento virtual que revela lo inédito o contrariamente su ejercicio consiste en ocultar al hombre presentado? Es posible que las dos posibilidades se cumplan al mismo tiempo. Se abre la dicotomía. ¿A quién se está precisando? ¿A la persona o al personaje? ¿Al individuo o a la máscara?
Se despeja el camino cuando reparamos en el segundo pelotón de vocablos mencionados. Las palabras «Payaso», «Farsante» y «Actor» son las que tienen mayor repetición. Y en el listado completo podríamos agregar con menores menciones «Marioneta», «Rambo» y «Fantasioso». Como se podrá advertir se ha recurrido a expresiones que nacen en el espectáculo circense y en el teatro para definir al funcionario.
Política y teatro tuvieron siempre potentes correspondencias, desde que los griegos inventaron la democracia y los anfiteatros. En nuestra era virtual el show lo reglamenta todo. Es conocida la sentencia del New York Times que dice que «Nadie que pesa 120 kilos podría ser presidente de los Estados Unidos, no porque lo prohiba la Constitución, sino porque lo prohibe la televisión».
Pero los personajes no pueden deambular sin ton ni son. Necesitan de una trama. Un texto y un verbo que los pongan donde puedan brillar, penetrar y perdurar en los herméticos imaginarios colectivos.
Los relatos gubernamentales son una herramienta de comunicación política que habilitan construir una novela del poder. Por supuesto están presentes héroes y malvados, que encarnan la esencia del bien y del mal dentro de las coordenadas
actuales, pero en términos absolutos. Los primeros son totalmente buenos, los segundos absolutamente malos.
Ahora todo buen relato tiene sus componentes y sus requisitos. El primero es su flexibilidad y su constancia a lo largo del tiempo. Debe ser adaptable a las circunstancias cambiantes que se van planteando en el devenir de los acontecimientos.
Un relato político instalado otorga sentido y una nueva significación a los actos de gobierno; a los más trascendentes y también a los ordinarios.
En nuestro país funciona «muy bien» el relato antagónico. Recurrir a la disputa «compañero – enemigo» garantiza la épica y la impunidad. Los «unos» construyen y «los otros» destruyen y desestabilizan. En el «nosotros» estamos los virtuosos y en el «ellos» están los que no son parte del nosotros probo.
Uno de los elementos indispensable en este tipo de tramas es que el obstáculo parezca insalvable y, por eso mismo, cuando el protagonista lo resuelve, las narrativas resultan ejemplares. Es el momento en que la voluntad puede con la adversidad. En estos casos el reto es indispensable.
El súper héroe o en tal caso la súper heroína tiene una función reivindicativa. Es quien finalmente termina restituyendo derechos y dignidades sustraídos por «ellos».
En términos psicológicos los relatos de gobierno, permiten a los ciudadanos «sentirse parte», integrar un colectivo social exitoso y obtener los beneficios de una identidad social positiva.
Proveen «certidumbres» y funcionan como ansiolíticos sociales, a la vez que se constituyen en escudos protectores frente a los contra relatos opositores. De esta forma la polarización actúa como sistema simplificador, ordenador e interpretativo de alto contenido simbólico. Quienes adhieren finalmente al relato poseen un arma práctica para justificar, exponer y evaluar una variada gama de acontecimientos y situaciones, desde las devaluaciones económicas hasta las persecuciones políticas.
En este contexto Berni como personaje muestra una versatilidad destacada para representar el «mal» y el «bien» al mismo tiempo. Dependerá de los anteojos de quien lo mire darle la connotación correspondiente. En su figura se podrá encontrar lo que se busca. Desde la eficacia y la acción patriótica valerosa hasta la especulación electoral sagaz y artera. Desde la ortodoxia conceptual ideológica hasta la oscuridad que sobrevuela sus intervenciones operativas. Todo es posible.
En El farsante feliz, Lord George Hell, mujeriego y jugador, cae perdidamente enamorado de una hermosa e inocente bailarina llamada Jenny, a quien inmediatamente propone matrimonio. Ella le rechaza, alegando que sólo se casará con un hombre que tenga cara de santo. Así que él, desesperado ante la situación, busca una máscara que llevará siempre puesta para engañarla hasta que finalmente ella cede. A partir de entonces, el poder de la máscara sorprenderá al propio George. El hábito, ¿hace al monje?
La trama define al personaje. El hombre para la opinión pública todavía resulta desconocido.
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