El país de Andrés (cuento)
Había una vez un país llamado el país de Andrés, porque cuando todos iban para adelante, ese iba al revés.
Cuando todos iban hacia el progreso, el caminaba hacia la estupidez, cuando el mundo apuntaba al norte, el miraba al sudoeste y si el camino era hacia arriba, él hacia fuerzas para encaminarse a las más profundas oscuridades: un mundo al revés, una país caminado a contramano de una urbe que buscando mejorarse trabajaba y trabajaba por su bien, mientras que Andrés seguía con su gente mirando hacia ese horizonte oscuro, ese que se tiene siempre de partida pera nunca como meta, a la oscuridad misma de donde venimos y de donde hay que salir, y él siempre mirando hacia ese lugar.
–Andrés, no ves que vas al revés– , le decía la gente de otros países vecinos y él como si le gustara el camino seguía adelante, que en realidad era ir para atrás.
–Estas en una senda equivocada, pega la vuelta Andrés– advertían quienes pasaban a su lado rumbo al futuro. Andrés continuaba tozudamente con sus pasos al pasado. Un pasado que ya conocía, que sabía de sus problemas, algunos sin retorno, pero seguía como si nada y su gente lo seguía, casi como autómatas, sin chistar y sin escuchar a algunos que peleando contra la corriente advertían –“paren, fíjense adonde vamos. A donde nos llevan. Vamos mal”–.
Andrés cultivaba aquello de contestar siempre con alguna frase, de esas que sin decir nada, marcaba circunstanciales salidas. Repetía por ejemplo “Vamos mal pero vamos bien”. “Dejen al que conduce que sabe lo que hace”. “A mi me lo van a reprochar, me votó la gente”, esa misma gente que seguía ese camino errático y por sobre todo al revés.
El país de Andrés. Ese país al revés.
Un día Andrés miró para atrás donde estaba la gente que lo seguía, cosa que muy pocas veces hacía (lo de mirar para atrás) y se dio cuenta que no eran tantos los seguidores, en realidad eran muchos menos de los que hacía un tiempo atrás, cuando inició el derrotero de manejar a su pueblo, pero no le importó, después de todo el contaba los que él quería y no los que estaban y si lo decía él era verdad, además quien puede asegurar que los que no estaban allí, estaban en contra?
Cómo no pensar que los que faltaban se encolumnarían en cualquier momento, esos volverían al camino en los próximos días.
Pasaron las jornadas de camino y Andrés seguía adelante ciegamente, para adelante pero para atrás, en contra de la corriente, contra todas las advertencias y seguía por un camino que se oscurecía cada vez más, algunos ya preguntaban “este es el camino. Vamos cada vez más alejados de los demás”.
Nada, Andrés seguía.
Al tiempo volvió a buscar a sus seguidores y no encontró a casi nadie, algunos pocos que mantenían la marcha por aquello de “donde vas vos vamos todos”.
Finalmente quedó solo, nadie más a su lado. Dónde estaban todo, o solamente los pocos de hace unos días. Nadie, solo Andrés.
No entendía donde habían quedado, donde la fidelidad ciega, esa que muchos ya habían profesado y prometido a otros anteriores y reforzaron con Andrés. No le quedó otro remedio que pegar la vuelta, reandar el camino y se fue encontrando con las sorpresas que no esperaba encontrar, lógico sino que sorpresas son?.
Sus amigos ya eran amigos de otro, los planes tenía otras firmas y los proyectos que ocupaban a la gente en general eran casi los mismos, la misma predisposición que con él, pero con otro.
Aquellos que daban la vida por Andrés, de la misma manera que ya se la habían prometido a los anteriores, ahora entregaban su sangre al mejor postor, como siempre. Andrés había creído que los había iluminado, no, son los iluminados de siempre y allí estaban, vivitos y coleando mostrando y haciéndole creer a los demás de las bondades del nuevo proyecto, del nuevo horizonte, de los errores del pasado y del futuro venturoso para todos, si para “todos”, para todos ellos. En definitiva el nuevo país que hacia a la luz del nuevo líder y sus mequetrefes, que eran los mismo de antes, pero nuevos o renovados, remozados, maquillados, tanto como cuando se unieron a Andrés en su momento.
Los miró, no entendía lo que debía haber sospechado antes y no lo hizo y se puso a estudiar la propuesta eclipsante que ahora dominaba a la gente.
Era casi lo mismo que él había copiado y arreglado desde su sitial de poder un tiempo atrás, era lo mismo.
Fue testigo espectador de planes, contemplo preparativos para el nuevo camino a emprender por la gente y esperó el último día de expectativa antes de comenzar el derrotero hacia el futuro.
Los vio partir como lo hiciera él mismo en su momento, vio caras de esperanza como otrora, alegría en los rostros, cara de indiferencia hacia él de sus antiguos seguidores, conductores hoy y escuchó el arengante “adelante” que daba comienzo al futuro.
Pasaba la gente por delante de su persona y de repente se dio cuenta “A dónde van” dijo casi con asombro y terror, “ese no es el camino, por allí marchamos nosotros y no es el camino”.
Nadie hizo caso, todos seguían su destino, el marcado por pocos para muchos.
“Otra vez el camino equivocado” pensó. “Que sigan para que sepan lo que es tener que perder” además hasta venganza había en su pensamiento.
Andrés se quedó mirando al último de los que partieron y en pocos días comenzó a ver volver a los más rebeldes. Que volvían, pero no decían nada más que “si me hubieran hecho caso a mi, hoy sería otra cosa, yo ya lo había dicho antes, ese no es el camino”, pero igual arrancaron por si las dudas.
Otra vez el país de Andrés, aquel que siempre toma el camino al revés.
Cualquier parecido con la realidad de hoy con el pais de Andres, es mera casualidad…