San Valentín: la búsqueda de la felicidad
“Cada día es San Valentín”, dice Frank Sinatra en la clásica melodía “My funny Valentine”. Tal vez la canción “romántica” más sonada en esta fecha (14 de febrero) el Día de los Enamorador”.
Pero, cómo pasó que el día consagrado a este Santo de la Iglesia Católica se transformara en una celebración del “amor en pareja”, y porqué su figura es icónica del noviazgo, con “ola de consumo” de ositos de peluche y flores incluidos, es uno de los tantos misterios de la “cultura pop”.
La explicación del fenómeno no es tan sencilla como parece, aunque si se repasa la historia de San Valentín daríamos por hecho que es obvia su asociación con el amor, con las relaciones que son “algo más que una amistad” y con las parejas que buscan formalizar una unión en matrimonio.
Según la tradición, fue en el siglo III que, durante la persecución a los cristianos lanzada por el Emperador romano Claudio II, un grupo de valientes desafiaba los códigos y leyes imperiales y celebraban sus ceremonias, una de ellas: “el matrimonio ante Dios”.
La necesidad de contar con hombres solteros para el Ejercito y mujeres sin “ataduras” para servir en la Corte, hacían que el noviazgo sea una potencial amenaza a las disposiciones de Emperador. Es allí donde la figura de Valentín se proyecta como “protector” de las parejas.
Siglos después, la historia de Valentín- ya canonizado por la Santa Sede – fue tomada como argumento de los “enamorados” que desafiaban las costumbres “casamenteras” de la época.
Esta tradición se trasladó hacia América, pero fue en el Norte donde se afianzó, tal vez porque la celebración tiene su origen en Inglaterra y Francia y es en esa parte del Continente donde llegaron los colonos de esa procedencia.
La historia de Valentín tiene un final trágico, ya que anoticiado de las actividades del santo, Claudio II lo sentenció a muerte (según la tradición un 14 de febrero del año 270) y allí comenzó esta tradición, para algunos empalagosa, pero para muchos más, el mejor momento para declarar el amor a su “persona especial”.
El marketing del amor
La Cultura Pop, llevó al extremo la celebración del Día de los Enamorados, y como ocurre con los fenómenos de masas, estandarizó un uso y costumbre: la entrega de una tarjeta personalizada a esa persona amada.
Sin este gesto no existiría en sí mismo el “San Valentín”, y es sobre esta sencilla costumbre sobre la cual se edificó el “boom” de ventas de regalos y presentes para los enamorados.
Algunos atribuyen la primera tarjeta comercializada a Esther A. Howland, que incluso es llamada «La Madre del San Valentín estadounidense».
La historia popular cuenta que a sus 18 años recibió una tarjeta de parte de un enamorado y aunque no se sabe si aquel joven logro el objetivo de ser el “novio” Esther, lo que sí ocurrió, es que esta visionaria mujer tomó la idea y le sacó gran beneficio.
Hay que recordar que la tradición era heredada del Viejo Continente y es allí donde se fabricaban estas tarjetas coloridas, diseñadas con la imagen del Santo y con todo tipo de filigranas, además de un borde en donde expresar las “palabras de conquista”.
Las variables de la economía (importación, demanda y oferta) hicieron que la audaz joven viera en la fabricación nacional de ese producto tan “consumible” pero tan “costoso”, la posibilidad de montar un lucrativo negocio.
Fue en la década del 40 del siglo pasado que todo comenzó en la librería de los Howland, en la ciudad de Worcester (Massachusetts) para luego llegar a toda la nación y el mundo.
En la actualidad, y tomando costumbres de cada país, la celebración incluye además de tarjetas, osos de peluche, bombones, cenas románticas o todo lo que “sume” para lograr conseguir el tan anhelado premio: “el amor”
Un día para ser feliz
Amistad, noviazgo o matrimonio, diversas maneras de amor ya su vez idénticas formas de alcanza, al menos idealmente, “la felicidad”.
De “Canon religioso” hasta llegar a una fecha formalmente estandarizada para festejar la “unión” en pareja más allá de las imposiciones, las edades, las razas y los géneros, San Valentín se ha impuesto en todo el mundo como genio y figura del amor.
Del mismo modo que “Papá Noel” o “Santa Claus” derivan de aquel obispo santo del siglo III, Nicolás de Bari (Italia), Valentín pasó de ser una figura del santoral cristiano a un personaje vinculado a una fecha de índole “profana”.
Pero no ocurrió esto con otras figuras de la historia o de la leyenda que hicieron mucho por defender la “pasión” de pareja; un ejemplo de esto sería Romeo y Julieta, o nuestra versión “criolla” del Patrono de los Enamorados, San Antonio de Padua. En cuando al Santo portugués a, que tenía aquella bonita canción que sugería: “Pedíle a San Antonio” que te mande un novio”, ha quedado en el olvido. Pero esa es otra historia.
El día de los Enamorados es claramente una fecha para festejar la búsqueda de la felicidad, ese “estado de gracia” que al alcanzarlo pretendemos que nos dure para siempre; todos los días.
La melodía de hoy entonada por la grave y melodiosa voz de Sinatra nos dirá: “No cambies ni un pelo por mí, y si de veras te importo, ¡quédate conmigo! ¡Todos los días son San Valentín!
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