La salud de los vivos
Por Lic. Luis Alberto Mamone – Director de Giacobbe & Asociados – Psicólogo
En un ya lejano 10 de diciembre de 2019, nuestro presidente Alberto Fernández en su acto de asunción en el congreso de la nación decía estas palabras … “Vamos a restituir el Ministerio de Salud para devolverle, a la Argentina, una política sanitaria, basada en la calidad, el acceso, la equidad y el talento humano” “Hoy, padecemos el peor brote de sarampión de los últimos 20 años. De aquí en más, arbitraremos las medidas pertinentes para que nuestros hijos sean vacunados en tiempo y forma, para que en los hospitales no falten insumos y para que los remedios lleguen a nuestros abuelos, de menos ingresos, de modo gratuito. (Aplausos). Para poder actuar con prontitud vamos a declarar la Emergencia Sanitaria. Las argentinas y los argentinos van a volver a tener derecho a una atención de salud oportuna y de calidad”.
En un cercano 19 de febrero de 2021, salió a luz pública el mayor escándalo de este gobierno, cuando el periodista Horacio Verbitsky contó en una entrevista radial que él había logrado que le aplicaran la vacuna luego de acudir a su amigo el ministro González García, con quien tiene una amistad “desde mucho antes de que fuera ministro”.
Cuando se destapó el escándalo del ‘Vacunatorio VIP’ en Argentina, se decía que los vacunados de forma irregular eran apenas personas cercanas al entonces ministro de Salud, Ginés González, sin embargo, se conoció luego que allegados al poder estatal también se habían beneficiado en número significativo con acciones sanitarias de privilegio.
Al momento de recibir la dosis, la mayoría de estas personas no cumplía con los requisitos fijados por el propio gobierno en el plan de vacunación frente a la escasez de inoculantes: ser profesional o trabajador de la salud y mayor de 80 años. Y si por edad les correspondía, se les imputa no haberse inscripto en el sistema de turnos como el resto de los ciudadanos argentinos.
La cobertura mediática y la indignación popular creció geométricamente. No sólo personajes del sistema político se vieron beneficiados sino también sus familiares y personal de servicio correspondiente. En tanto se recobraba imágenes de jóvenes partidarios vacunándose alegremente, ocupando el lugar de adultos mayores de 80 años.
Al presidente le costó excesivamente calibrar la magnitud del escándalo. Juzgó erróneamente que la eyección rápida de Ginés González García actuaría de cortafuegos y pondría a todos bajo un paraguas protector. Designar a Carla Vizzotti al frente del ministerio más candente, no pareció nunca una buena jugada para dar vuelta una página tan incómoda.
Es tan grave que, la número dos del ministerio y a cargo de la trazabilidad de las vacunas, estuviera al tanto de toda la jugada como que no lo estuviera, frente a semejante operatoria en su propio reducto.
A la nueva ministra le corresponde como tarea primordial traducir al idioma de todos, lo que significa «personal estratégico» para poder acomodar la normativa a los hechos. Parecería que en esto las autoridades comienzan a sospechar que la transparencia tiene mucho que ver con la “salud pública”.
En su visita a México y en conferencia de prensa con su par de aquel país, Andrés López Obrador, nuestro presidente mostró su peor cara. Descortés frente a su par mexicano, su enojo y mal humor se abrió públicamente a la desmesura verbal. “No hay ningún tipo penal en la Argentina que diga ‘será castigado el que vacuna a otro que se adelantó en la fila’. No existe ese delito y no se pueden construir delitos graciosamente. Ya lo hemos vivido”.
Terminó a fuerza de contradicciones, en el límite de reivindicar a su ministro destituido e incriminando a quienes -como él al principio- consideraron inaceptable que se repartieran vacunas como dádivas partidarias.
El final fue extravagante al calificar de “payasada” el accionar de los fiscales que “intentan construir delitos graciosamente”. Seguramente para la payasa “Filomena” que trabajó con la flamante Ministra de Salud, en el parte diario de contagios y fallecidos, el calificativo no sería feliz ni justo para la noble profesión.
Para ir de mal en peor, la vicepresidente Cristina Fernández, desde su cono de silencio logró salpicar para todos lados su alfombra judicial. La condena a Lázaro Báez no llegó en el mejor momento. Los fantasmas agitaron sus imágenes perturbadoras y el humor social se acaloró aún más.
Para el oficialismo, la estrategia siguió siendo la misma. Abroquelarse, victimizarse y buscar el culpable de todos los males.
La sentencia fue impregnada a fuego para toda la tropa: se trató de un error, no de un delito.
Si esto es así, correspondería precisar qué tipo de error es el señalado. En ética no existen los errores. Todo es cuestión de valores humanos.
Es famosa la frase de Eva Duarte de Perón, “»Donde existe una necesidad existe un derecho».
¿Quiénes necesitan prioritariamente las vacunas?
¿Quiénes tienen derecho a recibir prioritariamente la vacuna?
No se necesitan códigos penales para responder a estas preguntas. El primer requisito de un político es saber interpretar las necesidades de sus representados. Hoy, la opinión pública no se siente protegida por sus gobernantes. Los números son claros. Esos son los síntomas.
Lamentablemente para nuestra cultura es preferible ser vivo a inteligente. Por supuesto esto no es gratis.
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