Que hay detrás de la Piba proveniente de la aristocracia – La historia de Carolina Serrano alias Patricia Bullrich
Segunda Parte
La Piba fue criada en una familia aristocrática, pero luego se rebeló y se unió a Montoneros, por su gran necesidad de SER DIFERENTE. Sus primeros pasos en la militancia y su relación con Galimberti (novio de su hermana?).
La piba Bullrich nació en 1956 como descarriada hija de una aristocrática y Patrizia familia. Hija del médico Alejandro Bullrich y de Julieta Luro Pueyrredón, es parte de un linaje que incluye al Director Supremo de las Provincias del Río de La Plata, Juan Martín de Pueyrredón, y al Honorio del mismo apellido, célebre ministro de Yrigoyen. Prima del Cantante Cesar Banana Pueyrredon. Entre los logros de la familia están la construcción de lo que hoy es el Patio hómonimo, en Recoleta, que honra al fundador de la fortuna de la casa, Adolfo. Este hombre, tatarabuelo de Esteban -Ex candidato PRO y actualmente enfermo de Ella-, llegó a de la ciudad gracias a la gestión de su amigo Julio Argentino Roca, y construyó su imperio rematando tierras patagónicas arrebatadas a los indígenas, entre ellos los mapuches que defendía Maldonado. “Patricia era zarpada, se animaba a hacer de todo. Éramos medio varoneras, de jugar a los soldados. Ella andaba bárbaro a caballo”, recordó su prima rockstar, Fabiana Cantilo, en una entrevista con La Nación. Así n conocida como ka MARIMACHO. El modelo prefabricado de crecimiento que le habían impuesto a Bullrich se rompió cuando tenía 15 años. Hasta entonces, según ella, “la ciudad no existía más allá de la calle Córdoba”.
Y allegada a encontrar sentimientos y arrastrada por un amor adolescente, empezó a militar en la Juventud Peronista, en la localidad del Abasto, y conoció a Galimberti a fines de 1972.
Ese vínculo le cambiaría la vida. “Tenían una relación íntima. Quien luego sería novio de su hermana…Rodolfo confiaba mucho en ella, y la incluyó en su círculo”, dice uno de los pocos montoneros de peso de esa época que aún siguen vivos. Galimberti le acercó las ideas del General Perón y de la militancia sacrificada, y la moldeó y controló ideológicamente aún hasta después del regreso de la democracia. Para su familia, de alta alcurnia y pasado radical, la situación fue escandalosa. “No entendían mucho lo que estaba haciendo”, contó la actual funcionaria en más de una ocasión. A diferencia de lo que ocurría puertas para adentro, la mayoría de sus compañeros, dicen ahora, no la juzgaban por su triple apellido.
Estos han sido años de adrenalina. Para 1973 ya era una de las secretarias de la JP porteña -la cara visible de Montoneros, que comandaba Juan Carlos Dante Gullo y cuyo segundo era Jorge Todesca, actual titular del INDEC, que le dijo a esta revista que pertenecer a la organización armada había sido «su peor error»-, al año siguiente abandonó la Plaza de Mayo cuando el General los llamó “imberbes”, y en 1975 tuvo su bautismo en prisión: dos meses en la Superintendencia de la Policía Federal en la Ciudad y tres en Devoto. Según distintas versiones, Patricia llegó a ser “aspirante”, el rango más bajo dentro de Montoneros, u “oficial”, el primer escalafón importante.
Y por supuesto… Como toda militante de la época, salió de la cárcel con el prestigio acrecentado, pero el estrellato vendría después: en los albores del golpe militar empezó a salir con Marcelo “Pancho” Langieri, su futuro primer esposo, secretario personal de Galimberti y padre de su hijo Francisco, y poco tiempo después su hermana Julieta -“Julie”, para Patricia- arrancó una intensa relación con “Galimba”. Ninguno de los dos amores sobreviviría a la dictadura: con Langieri se separó en 1982, y su hermana, trágicamente, moriría en París en 1983 -durante el exilio que compartió durante un tiempo con Patricia-, cuando el auto que manejaba su esposo chocó contra una camioneta.
Quienes que conocían a la pareja en aquellos años aseguran que a Galimberti le costó mucho recuperarse de la pérdida.
Lo cerca que le pasó la muerte a Bullrich en aquella esquina de Olivos del comienzo de esta nota, sumado a la decisión política de la cúpula de Montoneros de abandonar el país, la obligó al exilio. En 1977 dejó el país de manera clandestina, junto a Langieri, y osciló por Brasil, México y España, mientras que su esposo seguía las travesías de Galimberti. “Fue una época en la que participó activamente de Montoneros”, asegura un amigo de la entonces pareja. Dos años después hubo un quiebre: la desgastada relación de su mentor político con el resto de la cúpula de Montoneros era insostenible, atravesada por diferencias de criterio sobre cómo organizar la resistencia, y se produjo la famosa división. La solicitada de presentación del Peronismo Montonero Auténtico, el 22 de febrero de 1979 -con críticas de “burocratización” al resto de la “Orga” y la promesa de llevar a cabo “todas las formas de lucha”-, lleva la firma de, entre otros, Galimberti, Juan Gelman, Raúl Magario -tesorero de Montoneros y padre de Verónica, actual intendenta de La Matanza- y Arnaldo Lizaso. También la secundan Carolina Serrano y Carlos Moreno, los alter ego guerrilleros de Patricia Bullrich y Marcelo Langieri. Por esa acción, lo que quedó de Montoneros pidió “la muerte” de quienes firmaron el documento, a la vez que acusaban a Galimberti y sus compinches de robar pertenencias y dinero de la “Orga”. Nada de no guardar rencores.
En síntesis: acá vemos psicológicamente a una adolescente y joven que encuentra rechazo de su mundo real, en búsqueda de un reconocimiento y luchando por ideales fuera de la normalidad, y queriendo tener un lugar que no encuentra.
Su abuela materna, que también portaba un ilustre apellido de avenida, la visitó en la cárcel de Devoto y le regaló una pelota para que jugara al vóley con las otras presas políticas. “¿Por qué mierda no te hiciste radical el día que te llevé al comité? –le soltó–. Hoy no estarías acá. Pero no, te hiciste peronista”. La abuela de Patricia Bullrich era radical de corazón y en 1973 le había presentado a Balbín con la intención de afiliarla. Pero a la nieta rebelde le pareció que don Ricardo era un anciano, y que las aventuras de la juventud discurrían mejor por la seductora y naciente Patria Socialista. Dos años más tarde era una joven militante montonera de superficie y disgustaba profundamente a su padre, un médico muy correcto y severo; cuando lo llamaron de una seccional del Abasto para comunicarle que su hija había sido detenida, le ordenó al comisario: “Déjela encerrada acá, que se pudra en el calabozo por impertinente. Así aprende”. Patricia estrenaba los 17 años, usaba el pelo enrulado, pesaba 50 kilos y ya tenía entrenamiento en lucha cuerpo a cuerpo, tiro con pistola y bombas molotov. Una gran situación de conflicto.
Los Bullrich Luro Pueyrredón sufrirían largo tiempo las peligrosas peripecias de la ilegalidad que esa chica les depararía; también las de su hermana, que luego se casó con Rodolfo Galimberti, uno de los jefes máximos de la Orga. Las dos Bullrich no creían, por supuesto, en la democracia, sino en una “dictadura popular”; eran dueñas de la verdad y fundamentalistas del “hombre nuevo”. Durante el infausto gobierno de Isabel Perón, Patricia fue detenida y conducida al lóbrego Comando Federal Unificado; en su alcaidía había celdas diminutas y hacinamiento, olores nauseabundos, gritos y torturas. Pasó días y noches sin comer ni dormir, y cuando sus padres la vieron en un locutorio, comenzó a temblar y se desvaneció. Una noche de terror, a ella y a otras diez mujeres las trasladaron en la oscuridad; pensaban seriamente que serían ejecutadas. Desembocaron en la prisión de Devoto, donde sufrió ocho meses de encierro, hasta que un decreto ordenó excarcelar a todos los menores de edad y ella pudo volver a la calle.
- Cual era hasta ese entonces la realidad de la Piba Bullrich?
Tras el 24 de marzo de 1976, siguió tozudamente militando en la clandestinidad: era considerada “una flor de montonera” (sic); sobrevivió de milagro a varias reyertas –en una ocasión cuatro de sus compañeros resultaron muertos–, y tuvo que escapar del país. Su largo y accidentado exilio por París, Madrid, México y Río de Janeiro, donde trabajó para el politólogo Guillermo O’Donnell, parece una trepidante novela de intrigas. La cuñada de Galimberti (su hermana murió en un accidente automovilístico) regresó después de la Guerra de Malvinas, y la volvieron a detener: tenía para entonces 641 pedidos de captura.
Finalmente, logró aterrizar en plena democracia y trabajar en una nueva JP, que buscaba reinsertarse en el Movimiento haciendo una profunda autocrítica acerca de su actuación durante los años de plomo. Los detalles de estas andanzas se encuentran en el apasionante libro Prisioneros, de Salinas y Marchese, y es el primer capítulo de una serie que trata sobre presos conocidos; entre otros, Boudou, De Vido, Báez y Schoklender. La crónica no cuenta qué sucedió a partir de entonces con Patricia, que se asimiló al peronismo renovador de la Capital y huyó de su mesa chica cuando advirtió que imperaba la idea fija de recaudar para el “proyecto”. Abrió en solitario una unidad básica en zona de conventillos y casas tomadas, en el barrio de Monserrat, y allí la fueron a buscar para recomponer el justicialismo porteño cuando Carlos Grosso cayó en desgracia.
Su ingreso en el Congreso no fue menos conflictivo, y por idénticas razones. Se fue apartando, por entender que en política los disvalores afectan al final la praxis; aquel era el peronismo real, y no el ficticio que había creado la “juventud maravillosa”: todo tenía precio. Algo que verificó también en el área gremial, donde batalló contra los multimillonarios burócratas sindicales cuando Enrique Olivera le abrió la Alianza y al cabo le dieron el Ministerio de Trabajo: desde allí se enfrentó cara a cara con Hugo Moyano. Antes de eso había renunciado al justicialismo, y lo había hecho con gran culpa existencial; fue en los tiempos en que Gustavo Beliz –harto también de mafias– hizo lo mismo: Néstor Kirchner les prometió que los imitaría, pero nunca cumplió su palabra.
Y luego Bullrich y Zaffaroni viajaron juntos a Santa Cruz para denunciar su reforma de la Constitución, que consagraba la muy feudal reelección eterna. Que esta misma persona sea hoy un referente político de las distintas tropas de seguridad, un paradigma del orden, una defensora de la institucionalidad, la reina de los “halcones”, la acompañante terapéutica de los banderazos, la ascendente figura de Cambiemos y, parafraseando a Cooke, el hecho maldito del país republicano, resulta toda una ironía del destino.
Sobre su personalidad:
“Ella siempre tuvo una personalidad oscilante, con convicciones débiles. Patricia siempre pensó en Patricia: por eso pasó de ser ‘la Pato’ a Bullrich Pueyrredón”, cuenta alguien que la conoció en los años de plomo. El momento en que abandonó sus ideas revolucionarias es poco claro. Durante el gobierno de Alfonsín se acercó al peronismo clásico, fue clave en el armado de la JP Unificada, formó pareja con Néstor Ortiz, un militante de ese movimiento y de tinte más conservador, supervisó y, según algunos, dirigió desde las sombras la revista “Jotapé” que financiaba Galimberti, y para el ascenso de Menem al poder ya era la secretaria política de la JP. En ese entonces rompió con Galimberti, y meses antes de la llegada del riojano a la Rosada tuvo un insólito episodio: junto a Jorge Reyna, otro ex montonero, y varios compañeros, viajó a Montevideo para protestar frente a la llegada del primer buque inglés que paraba en el continente antes de ir a las Malvinas. La aventura terminó a los puños con los marineros del barco, pero, siempre obstinada, Patricia logró hacer unas fotos junto a sus compinches desde la escalerilla de la embarcación “tomada”. Para el fin del gobierno peronista, y luego de su primer cargo electivo como diputada, llegó finalmente a las primeras filas del poder gracias a su gran relación con Fernando de Santibáñez, luego Secretario de Inteligencia de De la Rúa y que renunciaría por verse envuelto en el escándalo de las coimas del Senado. Su estadía en la Alianza, donde alcanzó el Ministerio de Trabajo, terminaría con una renuncia un mes antes del estallido social.
En su libro (Duzdevich) «Los militantes que no nos fuímos de la Plaza siendo Montoneros» explicó en varias notas periodísticas, vaivenes de Patricia. «Alguien que directamente traicionó ideales», dijo. «Ella participó en un secuestro fallido al gerente de Sudamtex en el´ 76, en Olivos», contó.
UNA MUJER SIN IDENTIDAD, BUSCANDO A TODO PRECIO RECONOCIMIENTO Y PODER. VIVIENDO EN UNA REALIDAD FANTASIOSA.
Algunos dirigentes articulan un solo idioma de la política; pocos son políglotas y pueden hablar con conocimiento de causa de izquierda, peronismo, radicalismo y democracia liberal. Tuvo la Bullrich dos quiebres violentos en su agitada existencia ideológica: rompió con la revolución y, más adelante, con el movimiento hegemónico, y se siente hoy más contenida por los principios del radicalismo, algo que hubiera regocijado por fin a su abuela materna. Su crecimiento en las encuestas es analizado con incomodidad y escepticismo por propios y extraños. “Solo puede retener al núcleo duro, no pesca en la ancha avenida del medio”, aseguran sus camaradas. Es posible que tengan razón. Pero Bullrich llegó tan lejos y en tan corto tiempo (un año y medio) no solo por el recuerdo de su última gestión y porque la lucha contra la inseguridad es un clamor del pueblo, sino porque ocupó de hecho la jefatura vacante de la oposición ante la deserción pública de muchos peces gordos, que por uno u otro motivo practicaron un enmudecimiento táctico. Bullrich se llevó con ella la marca y los odios, y en lugar de desgastarse –como estaba previsto–, fue premiada por un importante sector de la sociedad que se sintió huérfano cuando venían degollando. El asunto conecta con la nueva teoría de los dos demonios. Se ha extendido en territorios ajenos al kirchnerismo esta zoncera: los moderados de diferente signo intentan un acercamiento superador y dos ogros siembran en los extremos la discordia. Con esta lógica, nadie debió plantarse con fuerza cuando el cuarto gobierno kirchnerista avanzó como marabunta sobre las instituciones, ni debió denunciar la autoamnistía de los corruptos, ni las escandalosas negligencias, ni los múltiples atropellos a la libertad. No molestemos al Gobierno mientras trabaja, no cavemos la grieta.
Vaya triunfo cultural del oficialismo, que ataca despiadadamente en patota y cuando alguien se defiende, no solo lo denuncia por agresión; también logra que lo acompañe en el sentimiento una parte de los atacados. En la Argentina hay una sola facción que crea enemigos y que quiere construir una autocracia. No existen, en la vereda de enfrente, posiciones equivalentes; solo voces que denuncian atropellos y que buscan, desde distintos partidos y desde la ciudadanía independiente, una democracia de alternancias, división de poderes y acuerdos verdaderos. Este artículo ha cedido a la tentación biográfica solo por afán narrativo, y al final para advertir a puristas y cándidos: la vida te da sorpresas y el kirchnerismo se regocija con tu infinita ingenuidad.
Una persona que niega su pasado pero 👇
«El secuestro de los hermanos Jorge y Juan Born con participación directa de Patricia Bullrich, en un trabajo «de inteligencia» -una semana anotando horarios, salida y recorrido del empresario con chofer-guardaespaldas- derivó en el mayor rescate de la historia: algo más de 60 millones de dólares. Pagaron.
Patricia tragó saliva hace seis años. Invitada al ciclo «Almorzando con Mirtha Legrand», siendo ella figura principal en el macrismo gobernante, ministra de Seguridad, líder en Gendarmería, recibió una pregunta de la «Reina Madre» de la televisión argentina. Algo que no esperaba.
Mirtha y la pregunta incómoda: «¿Vos fuiste montonera?»
«Patricia, vos fuiste Montonera ¿ no ?» indagó la conductora, aquélla actriz de comedias livianas que Alejandro Romay a fines de los´ 60 transformó en figura legendaria en la tevé por cinco décadas. La respuesta resultó una «salida» casi de compromiso, según se recuerda.
«No, Mirtha. Yo estuve desde adolescente en la Juventud Peronista. No participé de «Montoneros» ni de la «guerrilla», mintió Patricia. Corría enero 2018. Los allegados a Mirtha comentaron que la diva no le creyó. Pero «le perdonó la vida». La Legrand había leído mucho sobre los antecedentes.
Por entonces, Ricardo Ragendorfer publicó «Patricia Bullrich de guerrillera a gendarme», libro de 300 páginas con todo el recorrido de la funcionaria del gobierno de Mauricio Macri. En 2019 el trabajo del autor de «La Bonaerense» anterior best seller -tras el crimen de José Luis Cabezas- duró poco.
Se comentó mucho, pocos días, el libro de Ragendorfer, periodista de investigaciones policiales, pero virtualmente «desapareció de todas las librerías del centro porteño», informaron fuentes dedicadas a la venta de libros de impacto. Luego se conseguía, con trabajo, «Mercado Libre». Valuado en $ 2.000.
Ya en los 80 se acercó a Carlos Menem con «Nueva Dirigencia» de Béliz
Uno de sus allegados cuando Patricia después del giro de «la orga» en el´ 74, vivió en el Abasto, al que ella tuvo mucho después como chofer, apellidado Zerzuelo, -lo tilda ahora de «marginal»- no hace tanto ante el giro de «la Bullrich», no pudo callar: «El cambio de ella, traicionando ideales, lastima» dijo.
En el regreso de la democracia se acercó a Saúl Ubaldini. En pleno auge alfonsinista estuvo cerca de Juan Carlos (Canca) Gullo. Enrolada en el PJ porteño, dejando de lado su pasado guerrillero y escudándose en el tiempo de militante de «la gloriosa Jotapé».
En los´90, Julio Bárbaro la alistó en el menemismo. El grupo que llevó a Carlos Menem las ideas de la transformación desde la economía de mercado y privatizaciones. No duró mucho. Al tiempo se iba a «Nueva Dirigencia» con Gustavo Béliz. La «Lista Verde» que compitió por el PJ. porteño.
En uno de los libros sobre la vida política de Patricia Bullrich aparecen fotos de varios protagonistas de los´90. Hoy, con rumbos distintos. De pronto ella con Néstor Kirchner, en la misma escena Béliz, Jorge Arguello, el abogado laboralista Enrique Rodríguez. Corría 1993. Y estuvo con «Mingo» Cavallo.
Su paso por la Alianza de Fernando De la Rúa, Carlos «Chacho» Alvarez y Graciela Fernández Meijide no dejó un gran recuerdo a los trabajadores estatales. Ella designada Ministra de Trabajo con José Luis Machinea, titular en Economía, rebajaron un 13% los salarios de los empleados del Estado. Junio 2000.
Su relación con Néstor Kirchner, con altibajos, viene de los tiempos de Santa Cruz
Tras fundar el Partido «Unión por Todos» se integró a la «Coalición Cívica» de Elisa Carrió. Con algo más del 2% de votos alcanzó la banca de diputada. Luego saltó a Propuesta Republicana. Lo que sigue es reciente y muy conocido.
Sus detractores hace mucho que señalan que Patricia Bullrich tiene amparo de un combo. Esto es: la Embajada de EE.UU. antes la ex SIDE y ahora el grupo «Clarín». Casi nada. Llama la atención el arco oficialista: Cristina, pasando por Horacio Verbitsky, Jorge Taiana, el setentismo, no la atacó nunca.
En distintas entrevistas periodísticas avisó que enfrentará en internas a Horacio Rodríguez Larreta. Y no descarta ser pre candidata a la Presidencia de la Nación, aún teniendo que competir con su mentor en el PRO. Mauricio Macri. La designó «a dedo» titular del Partido político hace tres años.
Entre las anécdotas de su infancia, la Cantilo recordaba que Patricia «guerrera, audaz, alguien que no se guardaba nada, mimada de una abuela, cierta vez escuchó: <Nena con semejante personalidad cuando seas grande serás candidata a Presidenta de la Nación», parece que pronosticó la «Nona».
En los´70 en medio de la tragedia política la modelo Claudia Sánchez, impactante belleza publicitaria, hacía un paseo por exóticos lugares con «Nono» Pugliese, su pareja, luego poco afortunado en extraño deceso por accidente. En el aviso, se leía: » ¡ Has recorrido un largo camino, Muchacha !»
Como ministra de la Alianza se acercó a De la Rúa y Cavallo
En el » ¡ Quién es quién en la Política» , aquél best seller los´70, Patricia batió hace medio siglo un triste récord: pasó de un extremo al otro en el arco iris de las ideologías que costaron tantas vidas !
Afirmaciones
«Tengo condiciones, tengo la personalidad que hace falta para la Argentina».
Patricia Bullrich: «Estoy preparada para conducir el país y espero ganarme la confianza de los empresarios españoles»
CONCLUSIÓN
CREO QUE LEYENDO BIEN SU HISTORIA, PUEDEN ENCONTRAR LIS ALTIBSJOS EMOCIONALES DE UNA MUJER QUE OPTICAMENTE NUNCA ESTUVO A LA ALTURA DE SU CLASE. Acompañada por la ilusión del Poder y demostrarse que puede llegar a más, en panquequismo. Pero en fin…
Karin SIlvina Hiebaum
Segunda Parte
La Piba fue criada en una familia aristocrática, pero luego se rebeló y se unió a Montoneros, por su gran necesidad de SER DIFERENTE. Sus primeros pasos en la militancia y su relación con Galimberti (novio de su hermana?).
La piba Bullrich nació en 1956 como descarriada hija de una aristocrática y Patrizia familia. Hija del médico Alejandro Bullrich y de Julieta Luro Pueyrredón, es parte de un linaje que incluye al Director Supremo de las Provincias del Río de La Plata, Juan Martín de Pueyrredón, y al Honorio del mismo apellido, célebre ministro de Yrigoyen. Prima del Cantante Cesar Banana Pueyrredon. Entre los logros de la familia están la construcción de lo que hoy es el Patio hómonimo, en Recoleta, que honra al fundador de la fortuna de la casa, Adolfo. Este hombre, tatarabuelo de Esteban -Ex candidato PRO y actualmente enfermo de Ella-, llegó a de la ciudad gracias a la gestión de su amigo Julio Argentino Roca, y construyó su imperio rematando tierras patagónicas arrebatadas a los indígenas, entre ellos los mapuches que defendía Maldonado. “Patricia era zarpada, se animaba a hacer de todo. Éramos medio varoneras, de jugar a los soldados. Ella andaba bárbaro a caballo”, recordó su prima rockstar, Fabiana Cantilo, en una entrevista con La Nación. Así n conocida como ka MARIMACHO. El modelo prefabricado de crecimiento que le habían impuesto a Bullrich se rompió cuando tenía 15 años. Hasta entonces, según ella, “la ciudad no existía más allá de la calle Córdoba”.
Y allegada a encontrar sentimientos y arrastrada por un amor adolescente, empezó a militar en la Juventud Peronista, en la localidad del Abasto, y conoció a Galimberti a fines de 1972.
Ese vínculo le cambiaría la vida. “Tenían una relación íntima. Quien luego sería novio de su hermana…Rodolfo confiaba mucho en ella, y la incluyó en su círculo”, dice uno de los pocos montoneros de peso de esa época que aún siguen vivos. Galimberti le acercó las ideas del General Perón y de la militancia sacrificada, y la moldeó y controló ideológicamente aún hasta después del regreso de la democracia. Para su familia, de alta alcurnia y pasado radical, la situación fue escandalosa. “No entendían mucho lo que estaba haciendo”, contó la actual funcionaria en más de una ocasión. A diferencia de lo que ocurría puertas para adentro, la mayoría de sus compañeros, dicen ahora, no la juzgaban por su triple apellido.
Estos han sido años de adrenalina. Para 1973 ya era una de las secretarias de la JP porteña -la cara visible de Montoneros, que comandaba Juan Carlos Dante Gullo y cuyo segundo era Jorge Todesca, actual titular del INDEC, que le dijo a esta revista que pertenecer a la organización armada había sido «su peor error»-, al año siguiente abandonó la Plaza de Mayo cuando el General los llamó “imberbes”, y en 1975 tuvo su bautismo en prisión: dos meses en la Superintendencia de la Policía Federal en la Ciudad y tres en Devoto. Según distintas versiones, Patricia llegó a ser “aspirante”, el rango más bajo dentro de Montoneros, u “oficial”, el primer escalafón importante.
Y por supuesto… Como toda militante de la época, salió de la cárcel con el prestigio acrecentado, pero el estrellato vendría después: en los albores del golpe militar empezó a salir con Marcelo “Pancho” Langieri, su futuro primer esposo, secretario personal de Galimberti y padre de su hijo Francisco, y poco tiempo después su hermana Julieta -“Julie”, para Patricia- arrancó una intensa relación con “Galimba”. Ninguno de los dos amores sobreviviría a la dictadura: con Langieri se separó en 1982, y su hermana, trágicamente, moriría en París en 1983 -durante el exilio que compartió durante un tiempo con Patricia-, cuando el auto que manejaba su esposo chocó contra una camioneta.
Quienes que conocían a la pareja en aquellos años aseguran que a Galimberti le costó mucho recuperarse de la pérdida.
Lo cerca que le pasó la muerte a Bullrich en aquella esquina de Olivos del comienzo de esta nota, sumado a la decisión política de la cúpula de Montoneros de abandonar el país, la obligó al exilio. En 1977 dejó el país de manera clandestina, junto a Langieri, y osciló por Brasil, México y España, mientras que su esposo seguía las travesías de Galimberti. “Fue una época en la que participó activamente de Montoneros”, asegura un amigo de la entonces pareja. Dos años después hubo un quiebre: la desgastada relación de su mentor político con el resto de la cúpula de Montoneros era insostenible, atravesada por diferencias de criterio sobre cómo organizar la resistencia, y se produjo la famosa división. La solicitada de presentación del Peronismo Montonero Auténtico, el 22 de febrero de 1979 -con críticas de “burocratización” al resto de la “Orga” y la promesa de llevar a cabo “todas las formas de lucha”-, lleva la firma de, entre otros, Galimberti, Juan Gelman, Raúl Magario -tesorero de Montoneros y padre de Verónica, actual intendenta de La Matanza- y Arnaldo Lizaso. También la secundan Carolina Serrano y Carlos Moreno, los alter ego guerrilleros de Patricia Bullrich y Marcelo Langieri. Por esa acción, lo que quedó de Montoneros pidió “la muerte” de quienes firmaron el documento, a la vez que acusaban a Galimberti y sus compinches de robar pertenencias y dinero de la “Orga”. Nada de no guardar rencores.
En síntesis: acá vemos psicológicamente a una adolescente y joven que encuentra rechazo de su mundo real, en búsqueda de un reconocimiento y luchando por ideales fuera de la normalidad, y queriendo tener un lugar que no encuentra.
Su abuela materna, que también portaba un ilustre apellido de avenida, la visitó en la cárcel de Devoto y le regaló una pelota para que jugara al vóley con las otras presas políticas. “¿Por qué mierda no te hiciste radical el día que te llevé al comité? –le soltó–. Hoy no estarías acá. Pero no, te hiciste peronista”. La abuela de Patricia Bullrich era radical de corazón y en 1973 le había presentado a Balbín con la intención de afiliarla. Pero a la nieta rebelde le pareció que don Ricardo era un anciano, y que las aventuras de la juventud discurrían mejor por la seductora y naciente Patria Socialista. Dos años más tarde era una joven militante montonera de superficie y disgustaba profundamente a su padre, un médico muy correcto y severo; cuando lo llamaron de una seccional del Abasto para comunicarle que su hija había sido detenida, le ordenó al comisario: “Déjela encerrada acá, que se pudra en el calabozo por impertinente. Así aprende”. Patricia estrenaba los 17 años, usaba el pelo enrulado, pesaba 50 kilos y ya tenía entrenamiento en lucha cuerpo a cuerpo, tiro con pistola y bombas molotov. Una gran situación de conflicto.
Los Bullrich Luro Pueyrredón sufrirían largo tiempo las peligrosas peripecias de la ilegalidad que esa chica les depararía; también las de su hermana, que luego se casó con Rodolfo Galimberti, uno de los jefes máximos de la Orga. Las dos Bullrich no creían, por supuesto, en la democracia, sino en una “dictadura popular”; eran dueñas de la verdad y fundamentalistas del “hombre nuevo”. Durante el infausto gobierno de Isabel Perón, Patricia fue detenida y conducida al lóbrego Comando Federal Unificado; en su alcaidía había celdas diminutas y hacinamiento, olores nauseabundos, gritos y torturas. Pasó días y noches sin comer ni dormir, y cuando sus padres la vieron en un locutorio, comenzó a temblar y se desvaneció. Una noche de terror, a ella y a otras diez mujeres las trasladaron en la oscuridad; pensaban seriamente que serían ejecutadas. Desembocaron en la prisión de Devoto, donde sufrió ocho meses de encierro, hasta que un decreto ordenó excarcelar a todos los menores de edad y ella pudo volver a la calle.
- Cual era hasta ese entonces la realidad de la Piba Bullrich?
Tras el 24 de marzo de 1976, siguió tozudamente militando en la clandestinidad: era considerada “una flor de montonera” (sic); sobrevivió de milagro a varias reyertas –en una ocasión cuatro de sus compañeros resultaron muertos–, y tuvo que escapar del país. Su largo y accidentado exilio por París, Madrid, México y Río de Janeiro, donde trabajó para el politólogo Guillermo O’Donnell, parece una trepidante novela de intrigas. La cuñada de Galimberti (su hermana murió en un accidente automovilístico) regresó después de la Guerra de Malvinas, y la volvieron a detener: tenía para entonces 641 pedidos de captura.
Finalmente, logró aterrizar en plena democracia y trabajar en una nueva JP, que buscaba reinsertarse en el Movimiento haciendo una profunda autocrítica acerca de su actuación durante los años de plomo. Los detalles de estas andanzas se encuentran en el apasionante libro Prisioneros, de Salinas y Marchese, y es el primer capítulo de una serie que trata sobre presos conocidos; entre otros, Boudou, De Vido, Báez y Schoklender. La crónica no cuenta qué sucedió a partir de entonces con Patricia, que se asimiló al peronismo renovador de la Capital y huyó de su mesa chica cuando advirtió que imperaba la idea fija de recaudar para el “proyecto”. Abrió en solitario una unidad básica en zona de conventillos y casas tomadas, en el barrio de Monserrat, y allí la fueron a buscar para recomponer el justicialismo porteño cuando Carlos Grosso cayó en desgracia.
Su ingreso en el Congreso no fue menos conflictivo, y por idénticas razones. Se fue apartando, por entender que en política los disvalores afectan al final la praxis; aquel era el peronismo real, y no el ficticio que había creado la “juventud maravillosa”: todo tenía precio. Algo que verificó también en el área gremial, donde batalló contra los multimillonarios burócratas sindicales cuando Enrique Olivera le abrió la Alianza y al cabo le dieron el Ministerio de Trabajo: desde allí se enfrentó cara a cara con Hugo Moyano. Antes de eso había renunciado al justicialismo, y lo había hecho con gran culpa existencial; fue en los tiempos en que Gustavo Beliz –harto también de mafias– hizo lo mismo: Néstor Kirchner les prometió que los imitaría, pero nunca cumplió su palabra.
Y luego Bullrich y Zaffaroni viajaron juntos a Santa Cruz para denunciar su reforma de la Constitución, que consagraba la muy feudal reelección eterna. Que esta misma persona sea hoy un referente político de las distintas tropas de seguridad, un paradigma del orden, una defensora de la institucionalidad, la reina de los “halcones”, la acompañante terapéutica de los banderazos, la ascendente figura de Cambiemos y, parafraseando a Cooke, el hecho maldito del país republicano, resulta toda una ironía del destino.
Sobre su personalidad:
“Ella siempre tuvo una personalidad oscilante, con convicciones débiles. Patricia siempre pensó en Patricia: por eso pasó de ser ‘la Pato’ a Bullrich Pueyrredón”, cuenta alguien que la conoció en los años de plomo. El momento en que abandonó sus ideas revolucionarias es poco claro. Durante el gobierno de Alfonsín se acercó al peronismo clásico, fue clave en el armado de la JP Unificada, formó pareja con Néstor Ortiz, un militante de ese movimiento y de tinte más conservador, supervisó y, según algunos, dirigió desde las sombras la revista “Jotapé” que financiaba Galimberti, y para el ascenso de Menem al poder ya era la secretaria política de la JP. En ese entonces rompió con Galimberti, y meses antes de la llegada del riojano a la Rosada tuvo un insólito episodio: junto a Jorge Reyna, otro ex montonero, y varios compañeros, viajó a Montevideo para protestar frente a la llegada del primer buque inglés que paraba en el continente antes de ir a las Malvinas. La aventura terminó a los puños con los marineros del barco, pero, siempre obstinada, Patricia logró hacer unas fotos junto a sus compinches desde la escalerilla de la embarcación “tomada”. Para el fin del gobierno peronista, y luego de su primer cargo electivo como diputada, llegó finalmente a las primeras filas del poder gracias a su gran relación con Fernando de Santibáñez, luego Secretario de Inteligencia de De la Rúa y que renunciaría por verse envuelto en el escándalo de las coimas del Senado. Su estadía en la Alianza, donde alcanzó el Ministerio de Trabajo, terminaría con una renuncia un mes antes del estallido social.
En su libro (Duzdevich) «Los militantes que no nos fuímos de la Plaza siendo Montoneros» explicó en varias notas periodísticas, vaivenes de Patricia. «Alguien que directamente traicionó ideales», dijo. «Ella participó en un secuestro fallido al gerente de Sudamtex en el´ 76, en Olivos», contó.
UNA MUJER SIN IDENTIDAD, BUSCANDO A TODO PRECIO RECONOCIMIENTO Y PODER. VIVIENDO EN UNA REALIDAD FANTASIOSA.
Algunos dirigentes articulan un solo idioma de la política; pocos son políglotas y pueden hablar con conocimiento de causa de izquierda, peronismo, radicalismo y democracia liberal. Tuvo la Bullrich dos quiebres violentos en su agitada existencia ideológica: rompió con la revolución y, más adelante, con el movimiento hegemónico, y se siente hoy más contenida por los principios del radicalismo, algo que hubiera regocijado por fin a su abuela materna. Su crecimiento en las encuestas es analizado con incomodidad y escepticismo por propios y extraños. “Solo puede retener al núcleo duro, no pesca en la ancha avenida del medio”, aseguran sus camaradas. Es posible que tengan razón. Pero Bullrich llegó tan lejos y en tan corto tiempo (un año y medio) no solo por el recuerdo de su última gestión y porque la lucha contra la inseguridad es un clamor del pueblo, sino porque ocupó de hecho la jefatura vacante de la oposición ante la deserción pública de muchos peces gordos, que por uno u otro motivo practicaron un enmudecimiento táctico. Bullrich se llevó con ella la marca y los odios, y en lugar de desgastarse –como estaba previsto–, fue premiada por un importante sector de la sociedad que se sintió huérfano cuando venían degollando. El asunto conecta con la nueva teoría de los dos demonios. Se ha extendido en territorios ajenos al kirchnerismo esta zoncera: los moderados de diferente signo intentan un acercamiento superador y dos ogros siembran en los extremos la discordia. Con esta lógica, nadie debió plantarse con fuerza cuando el cuarto gobierno kirchnerista avanzó como marabunta sobre las instituciones, ni debió denunciar la autoamnistía de los corruptos, ni las escandalosas negligencias, ni los múltiples atropellos a la libertad. No molestemos al Gobierno mientras trabaja, no cavemos la grieta.
Vaya triunfo cultural del oficialismo, que ataca despiadadamente en patota y cuando alguien se defiende, no solo lo denuncia por agresión; también logra que lo acompañe en el sentimiento una parte de los atacados. En la Argentina hay una sola facción que crea enemigos y que quiere construir una autocracia. No existen, en la vereda de enfrente, posiciones equivalentes; solo voces que denuncian atropellos y que buscan, desde distintos partidos y desde la ciudadanía independiente, una democracia de alternancias, división de poderes y acuerdos verdaderos. Este artículo ha cedido a la tentación biográfica solo por afán narrativo, y al final para advertir a puristas y cándidos: la vida te da sorpresas y el kirchnerismo se regocija con tu infinita ingenuidad.
Una persona que niega su pasado pero 👇
«El secuestro de los hermanos Jorge y Juan Born con participación directa de Patricia Bullrich, en un trabajo «de inteligencia» -una semana anotando horarios, salida y recorrido del empresario con chofer-guardaespaldas- derivó en el mayor rescate de la historia: algo más de 60 millones de dólares. Pagaron.
Patricia tragó saliva hace seis años. Invitada al ciclo «Almorzando con Mirtha Legrand», siendo ella figura principal en el macrismo gobernante, ministra de Seguridad, líder en Gendarmería, recibió una pregunta de la «Reina Madre» de la televisión argentina. Algo que no esperaba.
Mirtha y la pregunta incómoda: «¿Vos fuiste montonera?»
«Patricia, vos fuiste Montonera ¿ no ?» indagó la conductora, aquélla actriz de comedias livianas que Alejandro Romay a fines de los´ 60 transformó en figura legendaria en la tevé por cinco décadas. La respuesta resultó una «salida» casi de compromiso, según se recuerda.
«No, Mirtha. Yo estuve desde adolescente en la Juventud Peronista. No participé de «Montoneros» ni de la «guerrilla», mintió Patricia. Corría enero 2018. Los allegados a Mirtha comentaron que la diva no le creyó. Pero «le perdonó la vida». La Legrand había leído mucho sobre los antecedentes.
Por entonces, Ricardo Ragendorfer publicó «Patricia Bullrich de guerrillera a gendarme», libro de 300 páginas con todo el recorrido de la funcionaria del gobierno de Mauricio Macri. En 2019 el trabajo del autor de «La Bonaerense» anterior best seller -tras el crimen de José Luis Cabezas- duró poco.
Se comentó mucho, pocos días, el libro de Ragendorfer, periodista de investigaciones policiales, pero virtualmente «desapareció de todas las librerías del centro porteño», informaron fuentes dedicadas a la venta de libros de impacto. Luego se conseguía, con trabajo, «Mercado Libre». Valuado en $ 2.000.
Ya en los 80 se acercó a Carlos Menem con «Nueva Dirigencia» de Béliz
Uno de sus allegados cuando Patricia después del giro de «la orga» en el´ 74, vivió en el Abasto, al que ella tuvo mucho después como chofer, apellidado Zerzuelo, -lo tilda ahora de «marginal»- no hace tanto ante el giro de «la Bullrich», no pudo callar: «El cambio de ella, traicionando ideales, lastima» dijo.
En el regreso de la democracia se acercó a Saúl Ubaldini. En pleno auge alfonsinista estuvo cerca de Juan Carlos (Canca) Gullo. Enrolada en el PJ porteño, dejando de lado su pasado guerrillero y escudándose en el tiempo de militante de «la gloriosa Jotapé».
En los´90, Julio Bárbaro la alistó en el menemismo. El grupo que llevó a Carlos Menem las ideas de la transformación desde la economía de mercado y privatizaciones. No duró mucho. Al tiempo se iba a «Nueva Dirigencia» con Gustavo Béliz. La «Lista Verde» que compitió por el PJ. porteño.
En uno de los libros sobre la vida política de Patricia Bullrich aparecen fotos de varios protagonistas de los´90. Hoy, con rumbos distintos. De pronto ella con Néstor Kirchner, en la misma escena Béliz, Jorge Arguello, el abogado laboralista Enrique Rodríguez. Corría 1993. Y estuvo con «Mingo» Cavallo.
Su paso por la Alianza de Fernando De la Rúa, Carlos «Chacho» Alvarez y Graciela Fernández Meijide no dejó un gran recuerdo a los trabajadores estatales. Ella designada Ministra de Trabajo con José Luis Machinea, titular en Economía, rebajaron un 13% los salarios de los empleados del Estado. Junio 2000.
Su relación con Néstor Kirchner, con altibajos, viene de los tiempos de Santa Cruz
Tras fundar el Partido «Unión por Todos» se integró a la «Coalición Cívica» de Elisa Carrió. Con algo más del 2% de votos alcanzó la banca de diputada. Luego saltó a Propuesta Republicana. Lo que sigue es reciente y muy conocido.
Sus detractores hace mucho que señalan que Patricia Bullrich tiene amparo de un combo. Esto es: la Embajada de EE.UU. antes la ex SIDE y ahora el grupo «Clarín». Casi nada. Llama la atención el arco oficialista: Cristina, pasando por Horacio Verbitsky, Jorge Taiana, el setentismo, no la atacó nunca.
En distintas entrevistas periodísticas avisó que enfrentará en internas a Horacio Rodríguez Larreta. Y no descarta ser pre candidata a la Presidencia de la Nación, aún teniendo que competir con su mentor en el PRO. Mauricio Macri. La designó «a dedo» titular del Partido político hace tres años.
Entre las anécdotas de su infancia, la Cantilo recordaba que Patricia «guerrera, audaz, alguien que no se guardaba nada, mimada de una abuela, cierta vez escuchó: <Nena con semejante personalidad cuando seas grande serás candidata a Presidenta de la Nación», parece que pronosticó la «Nona».
En los´70 en medio de la tragedia política la modelo Claudia Sánchez, impactante belleza publicitaria, hacía un paseo por exóticos lugares con «Nono» Pugliese, su pareja, luego poco afortunado en extraño deceso por accidente. En el aviso, se leía: » ¡ Has recorrido un largo camino, Muchacha !»
Como ministra de la Alianza se acercó a De la Rúa y Cavallo
En el » ¡ Quién es quién en la Política» , aquél best seller los´70, Patricia batió hace medio siglo un triste récord: pasó de un extremo al otro en el arco iris de las ideologías que costaron tantas vidas !
Afirmaciones
«Tengo condiciones, tengo la personalidad que hace falta para la Argentina».
Patricia Bullrich: «Estoy preparada para conducir el país y espero ganarme la confianza de los empresarios españoles»
CONCLUSIÓN
CREO QUE LEYENDO BIEN SU HISTORIA, PUEDEN ENCONTRAR LIS ALTIBSJOS EMOCIONALES DE UNA MUJER QUE OPTICAMENTE NUNCA ESTUVO A LA ALTURA DE SU CLASE. Acompañada por la ilusión del Poder y demostrarse que puede llegar a más, en panquequismo. Pero en fin…
Karin SIlvina Hiebaum
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