VIOLENCIA LABORAL – TRABAJO y DERECHOS HUMANOS
VIOLENCIA LABORAL
TRABAJO y DERECHOS HUMANOS
El que no viene como debe,
no viene a lo que dice.
Almafuerte.-
Un informe del año 2007 del Ministerio de Trabajo de la Nación nos presenta los siguientes datos: 62 % de los casos de violencia laboral comienzan luego de presentar un reclamo laboral, 82 % ha sufrido acoso psicológico y 95 % de los encuestados demostraban síntomas físicos y/o psicológicos; en un informe del Instituto Nacional contra la Discriminación (INADI) más del 16 % de las denuncias por discriminación en el trabajo se relacionan con la actuación de Delegados gremiales. ¿Qué profundas raíces tendrá este fenómeno laboral que no forma parte de la impronta mediática que maquilla los hechos de violencia cotidiana y anula sus efectos? ¿Qué significado tienen para los trabajadores de la Administración Pública, términos como psicoterror laboral, mobbing, burn out, acoso moral, CyMAT? Estos interrogantes, sumados a los datos parciales aunque preocupantes de los informes citados, nos presenta un nuevo frente de debate en nuestro ámbito del trabajo en la permanente búsqueda de la efectiva protección de los derechos del trabajador, en especial, aquellos destinados a preservar su salud, en un entorno laboral respetuoso de los principios que nos ha legado la Declaración Universal de los Derechos Humanos, con sus 60 años de vigencia y que coinciden con los 25 años de la instalación definitiva de las instituciones democráticas en nuestra República. Ambos aniversarios nos llevan a reflexionar sobre algunas de las deudas pendientes en la materia, y el surgimiento de nuevas circunstancias abre posibilidades de nuevos conflictos.
En nuestro país, la evolución permanente y afianzamiento de nuestro sistema político-democrático, debe fundamentarse, entre otros puntos, en el respeto por los derechos y garantías de los individuos y de los trabajadores, y la violencia laboral, en sus diversas manifestaciones, no sólo vulneran estos derechos y garantías, – individuales, laborales, sindicales -, también es una amenaza contra la salud y propaga sus efectos sobre la misma organización social y laboral, con el agravante de que, tratándose de la Administración Pública, como responsable de efectuar el control de legalidad estatal, incumple con su obligación primaria, favoreciendo también la aparición de focos de corrupción institucional. El ambiente laboral donde desarrollamos nuestras tareas, donde pasamos horas de nuestras vidas, da origen a relaciones entre individuos, quienes se comunican permanentemente entre sí, y es poco frecuente que dichas relaciones, y el consecuente intercambio de información / comunicación, se presenten en un “estado puro o ideal”; bien podríamos observar que, en determinadas circunstancias, surgen anomalías, interferencias, distorsiones del discurso, producto de múltiples factores (jerarquías, nivel educativo, ideologías, afiliación gremial, afiliación política, ambiciones personales, patologías psicológicas, etc.) que producen un intercambio de información “asimétrica”. Esta asimetría o distorsión en la información, en ocasiones provoca situaciones que, bajo el término genérico de “Violencia Laboral”, han sido ya analizados y advertidos como uno de los factores de riesgos psico-sociales en el ámbito del trabajo, como causal de perjuicios en la salud de los trabajadores y, en última instancia, un defecto de la cultura organizacional del empleador, en nuestro caso, la Administración Publica en sus diversos estamentos. Citaremos, como ejemplo de advertencias, el informe “Violence at Work” (1998) de la OIT, o la obra “Violencias en la Administración Pública” (1999) de Diana Scialpi, Licenciada en Sociología e integrante de la planta permanente de la APN con funciones en la Jefatura de Gabinete de Ministros del PEN.
Frente a esta situación, debemos resaltar que, en nuestros lugares de trabajo, existen individuos que, además de su condición de trabajadores, cumplen la función de Delegados gremiales, quienes, tal como ha quedado demostrado históricamente en las luchas, conflictos y conquistas obreras, poseen un conocimiento de primera mano de las condiciones del ambiente laboral, y que, sumado a la cercanía con sus compañeros de trabajo, les brindan un mayor protagonismo en el seno mismo de las relaciones laborales. Esta condición y protagonismo los lleva, indefectiblemente, a ocupar un rol preponderante en el tema en debate, y su accionar debería llevarlos a profundizar en el conocimiento y uso de los recursos disponibles en caso de encontrarse frente a una situación anómala con características de violencia laboral; de allí que la efectividad en la utilización de recursos requiere contar con información adecuada. Por otro lado, en el orden laboral-interno, los Delegados gremiales , al encontrarse frente a un triple entramado de relaciones [ trabajadores – Sindicato – empleador ], ponen en marcha un proceso creativo de mecanismos de prevención y solución de conflictos al que una arraigada cultura del des-proceso y la des-información en el trabajo opone su resistencia como mecanismo de autodefensa de ciertos privilegios. Es inevitable en esta instancia citar los últimos estudios realizados por Michel Foucault sobre la “parresía”, entendida como aquel modo del discurso donde el parresiasta debe poner su coraje, valentía, franqueza y libertad de espíritu para decir su verdad, no sólo porque sabe que es verdad sino, y principalmente, porque este discurso es una toma de posición frente al Poder y aquellos que lo detentan, asumiendo con esto el riesgo de hablar francamente y sin adornos a costa de su propia exposición ante el peligro. Allí donde un trabajador o una trabajadora no puede o no quiere hablar, por temor o por desconocimiento, debería contar con el apoyo de un Delegado gremial, y la solicitud o el reclamo, del tipo que fuere, debería ser respetado y atendido, no sólo por la condición gremial de la petición, sino porque se trata del problema de un trabajador, de un individuo, en definitiva, de un ser humano. Han quedado ya en el pasado las ideas del trabajador como objeto o el trabajo como explotación del hombre, pero aún quedan ocultos resabios que afectan conceptos básicos de convivencia, como la paz, la tolerancia y el respeto, que es preciso sacar a la luz.
Es en este contexto donde intentaremos acercarnos a los diversos aspectos de la Violencia Laboral, la actuación de los Delegados gremiales y los posibles mecanismos de prevención y solución de conflictos, tanto los disponibles como los deseables, ya sea dentro o fuera de la Administración Publica.
Es mi intención, con el presente texto introductorio, poner a consideración información disponible como forma de colaboración y apoyo incondicional a los trabajadores y trabajadoras que dedican esfuerzo y tiempo de su vida para mejorar nuestras condiciones laborales, orientadas a un ambiente donde se pueda trabajar en paz y con bienestar, enmarcadas dentro del pleno ejercicio de nuestros derechos y garantías establecidos por nuestro ordenamiento jurídico y la indiscutible vigencia de nuestra Constitución Nacional, incluyendo diversos Tratados Internacionales en materia de Derechos Humanos (art. 75. inc. 22, CN) como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer, entre otros.
Por último, agrego unas consideraciones escritas en el año 1904 que, lamentablemente, recobran vigencia si observamos la verdadera situación de un gran porcentaje de trabajadores:
“La primera y más grande afirmación que creo poder hacer es que he encontrado en toda la República una asombrosa ignorancia técnica, más en los patronos que en los obreros”
* Informe sobre el estado de las clases obreras – Juan Bialet Massé.
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