El amor puede mover montañas
Un año que comienza es una nueva oportunidad en nuestras vidas, una nueva oportunidad en nuestra pareja. A nivel simbólico, significa el cierre de un ciclo y la apertura de otro. Aprovechar al máximo la oportunidad de esa nueva apertura depende de nosotros. La armonía interior no se «recibe», sino que se logra. Para alcanzarla, es preciso poner en marcha una serie de acciones concretas, sencillas en apariencia, pero capaces de producir cambios en nuestras vidas tan profundos como enriquecedores.
Karin Silvina Hiebaum – International Press
Una guía para encarar positivamente el nuevo año, cumplir nuestros objetivos, profundizar la pareja, aprovechar al máximo las posibilidades de renovación que trae consigo el año que se inicia y para lograr la tan ansiada armonía interior.
Focalizá la energía
Con la energía pasa lo mismo que con las fortunas: por más abultadas que sean, si se las dilapida, terminan por agotarse. Por esta razón, no sólo se necesita tener energía, sino también, saber focalizarla, lo que significa concentrarla en un objetivo para que rinda de manera adecuada. Todos los seres humanos tienen energía, pero no todos la focalizan para hacerla rendir al máximo.
Cuando no se tiene un objetivo claro, no hay una meta clara y no hay un orden de prioridad establecido; en suma, cuando no se proyecta de manera eficiente la vida, dispersamos la energía en diversos frentes hasta que esta termina por diluirse.
Mucha gente se autoengaña pensando que persigue un objetivo determinado cuando, en realidad, no lo hace. Si no hay un orden de prioridades claro, es poco probable que alcanzar las metas que uno se propone tanto a nivel individual como de pareja (Getty)
Mucha gente se autoengaña pensando que persigue un objetivo determinado cuando, en realidad, no lo hace. Si no hay un orden de prioridades claro, es poco probable que alcanzar las metas que uno se propone tanto a nivel individual como de pareja (Getty)
Focalizar la energía significa hacer una buena administración de nuestros recursos interiores. Y, como es sabido, la buena administración genera seguridad. El dinero constituye un buen ejemplo para entenderlo. Si no establecemos de qué modo vamos a gastar nuestro sueldo y compramos cualquier objeto que nos tiente, aquel siempre nos resultará insuficiente. Por el contrario, si establecemos un presupuesto, pagamos primero lo que es imprescindible y administramos con buen criterio el resto, aunque sea exigua la suma, lograremos cubrir con ella nuestras necesidades básicas. Convertirnos en buenos administradores de nuestra energía es la mejor forma de lograr nuestros objetivos y, a partir de esos logros, alcanzar la armonía.
Los proyectos
Tener un proyecto de vida equivale a dirigir nuestra existencia hacia el lugar que deseamos, en vez de dejar que sea ella la que nos guíe hacia donde quiere, dejándonos la amarga impresión de que somos un barco a la deriva. Existen básicamente dos tipos de proyectos: los individuales y los de la pareja. Ambos son igualmente importantes y, aunque están relacionados, conforman ámbitos diferentes. Para lograr la armonía, necesitamos equilibrar ambos espacios.
Si lo apostamos todo a la pareja y la familia, y desatendemos nuestros proyectos personales, estaremos produciendo un desequilibrio en la balanza de nuestra existencia. Del mismo modo, si sólo apostamos a los proyectos personales y desatendemos los de la pareja y la familia, estaremos llenando un solo platillo y dejando el otro vacío. La armonía interiores la sumatoria de una serie de pequeños equilibrios. Es preciso establecer un equilibrio entre todos los frentes.
Hay gente que siempre posterga sus proyectos para el hipotético momento en que estén dadas las condiciones para llevarlo a cabo. Pero las condiciones ideales no se dan nunca, la persona es la que tiene que producirla (Getty)
Hay gente que siempre posterga sus proyectos para el hipotético momento en que estén dadas las condiciones para llevarlo a cabo. Pero las condiciones ideales no se dan nunca, la persona es la que tiene que producirla (Getty)
Los proyectos deben obedecer siempre a profundas necesidades interiores. Si, por ejemplo, amamos la danza o el teatro, un proyecto puede ser procurar dedicarnos a eso cada vez en mayor medida. Por eso, los proyectos forman parte del ADN de nuestra personalidad. Podemos compartirlos con nuestra pareja, es decir, podemos lograr que nuestra pareja nos apoye, nos estimule y nos haga más fácil el camino, pero no podemos «copiar» o «adoptar» proyectos ajenos porque los consideremos buenos o inteligentes, ni podemos hacer que los proyectos propios lo sean de nuestra pareja.
Compartir un proyecto individual significa apoyar lo que el otro ha decidido y no asumir el proyecto como propio, porque los proyectos individuales tienen que ver con la parte más íntima de nuestra personalidad.
Somos lo que deseamos
«Los individuos se diferencian más por los deseos y expectativas que tienen respecto de la vida que por sus rasgos fisonómicos», dijo cierta vez el famoso escritor Gustave Flaubert, quien, en el mundo de su literatura, jamás dejó nada librado al azar, sino que trabajó incansablemente sobre cada frase hasta lograr lo que quería. Nuestros deseos son una marca de identidad.
Ser fieles a nuestro propio deseo es ser fieles a lo que somos, a nuestra esencia. Una persona que ejerce el trabajo que le gusta, que hace el tipo de vida que lo reconforta y que se rodea de las personas que responden a su propio criterio acerca de lo que debe ser la amistad, es alguien que ha dado un paso enorme hacia el logro de la armonía interior.
Por eso, en este comienzo de año, preguntate qué es lo que verdaderamente deseás para vos y, por ende, qué es lo que deseás para tu pareja y tu familia, que forman parte sustancial de tus afectos y son factores imprescindibles en el logro de tu armonía.
A veces, saber lo que realmente deseamos no es algo tan sencillo. A algunas personas les cuesta más que a otras averiguarlo, pero jamás es tarde para hacerlo.
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