La dictadura cubana intenta callar a la disidencia quitándole a sus hijos: «Es una máquina diabólica de represión»
La dictadura cubana intenta callar a la disidencia quitándole a sus hijos: «Es una máquina diabólica de represión»
Diasniurka Salcedo envió fuera a su único hijo biológico para salvarle de las garras del régimen. Pero la amenaza continúa: «con mis cinco niños».
En Cuba, la libertad tiene un precio alto. Muy alto. En ocasiones, casi insoportable. El régimen comunista siempre encuentra el punto más vulnerable de aquellos que se oponen a la supervivencia de la dictadura, que tiene ojos y oídos en todas partes. "Ellos saben mi manera de pensar, saben que voy en contra de ellos e intentan darme donde más me puedan debilitar. Saben que la manera de intentar callarme son los niños, porque llevo años con ellos y para mí son mis hijos", reconoce Diasniurka Salcedo. Una disidente a la que el gobierno hostiga desde hace más de una década y que es conocida entre sus vecinos por su labor social.
Diasniurka ha tenido sólo (ella hubiera querido más) un hijo biológico. Y hace siete meses tuvo que marcharse del país ante el recrudecimiento de las amenazas de la dictadura cubana contra él, que se había convertido en su mano derecha. «Es un niño que ha sufrido muchísimo«, nos explica su madre. En 2012, cuando él tenía nueve años, tuvo que pasar por el duro trance de verla en prisión, donde permaneció durante 18 meses. Entonces él «estaba enfermo, con un osteosarcoma paradoctal (cáncer óseo)», y recibiendo quimioterapia. «Me tocó dejarlo. Fue bien horrible», exclama.
«Son esas cosas que a uno le pueden pasar estando en Cuba», añade con resignación, «tener que abandonar a un hijo, que uno no lo abandona porque quiere sino porque el régimen te obliga«. Su delito, el que la llevó a pasar por la cárcel y tener que separarse de su pequeño enfermo de cáncer, fue el de reclamar una mejor asistencia sanitaria para él. «Cuando la salud de mi niño empezaba a deteriorarse por la mala atención médica, yo me empecé a ir a las oficinas del régimen a protestar».
«Luego logro un embarazo múltiple, de cuatrillizos. Y yo denuncio en las redes sociales que tampoco habia buena para mi», señala. Obviamente, su indignación estaba más que justificada. Ni siquiera contaba con el medicamento que necesitaba para su hipertensión. Pero el gobierno cubano «fue en mi contra», sin contemplaciones. «Me hacen un registro, me hacen un decomiso, me quitan todo lo que tenía, los puercos que tenía, y me multan porque -según ellos- estaba dañando el medio ambiente». El resultado: «me sube tanto la presión que pierdo mis niños».
Como es lógico, estas experiencias marcaron a Diasniurka. Y, desde entonces, es «muy sensible» a los problemas a los que se enfrentan los niños en la isla. De ahí que decidiera hacer un estudio sobre «lo que sucedía con la niñez en Cuba». «Me percato de que hay muchos abandonos y falta de medios, y comienzo mi ayuda social», explica durante la entrevista para Libertad Digital. A lo largo de los últimos años ha acogido en su casa a cinco niños, que son parte de su familia. «Y si tuviera más sustento económico, yo recogía a todos los niños que en Cuba estuvieran pasando hambre, necesidad y miseria por culpa del comunismo«.
Cinco niños, cinco hijos
«El primer caso que traigo a vivir conmigo son dos hermanitos maltratados por la mamá, que los mete en un tanque de agua, que los quema con cigarrillos… Y las autoridades tenían conocimiento, pero no hacían nada», relata. En cuanto hizo pública aquella situación, «las autoridades intentan taparme la boca«. «Se llevan a la mamá presa y querían meter a los niños en una casa de niños en amparo. Cosa que no permití».
La manera que encontró para evitarlo fue buscar al padre y llevárselo a vivir con ellos también. «Lo traje para acá, para mi casa, para así salvar a los niños», asevera. De esto hace cuatro años y desde entonces la dictadura no ha dejado de molestarla, a ella y a su familia. «Trataron de que él se fuera de aquí, pero no lo consiguieron… Vinieron en comisiones a retirarme a los niños, porque decían que yo era una persona que no estaba con el sistema político en Cuba y no iba a ser una buena influencia para ellos».
Sin embargo, el padre permaneció en la vivienda y tuvieron que aceptar que los niños se quedaran allí. Eso sí, «todos los meses venían a corroborar que todo estuviese bien». Entretanto, Diasniurka acoge a otra niña. «Me traigo también a otra nena, que tenía tres mesecitos. La mamá me la entregó porque no tenía condiciones para tenerla. Ella tiene dos años ahora», nos explica. Y después, llegaron dos pequeñas más. Se trata de «dos niñas huérfanas que perdieron a sus papás».
La pareja murió en prisión durante la pandemia. «Eran amistades mías, activistas políticos que trabajaban conmigo. Cuando el COVID, primero fallece la mamá y después el papá, a lo que yo cargué con esa responsabilidad porque la única familia que tenían era un primo que es alcohólico«. «Así vinieron a vivir conmigo los cinco niños», explica. «Y el régimen siempre tratando de amenazarme, de intimidarme, diciéndome que me los va a quitar». Y en esas sigue.
Lucha por la custodia
La persecución a Diasniurka se ha intensificado en los últimos tiempos. No le perdonan su oposición a la dictadura, ni sus demandas públicas reclamando una mejor asistencia sanitaria en Cuba. «A partir del 24 de noviembre, mi vida se volvió un infierno«, asegura. Aquel día, se dirigió con un grupo de madres de diferentes partes del país a manifestarse frente al Ministerio de Salud Pública «por la situación de tantos niños vulnerables a los que no les dan la atención que realmente merecen».
«Hicimos una protesta pacífica que terminó en una detención para mí y para mi esposo», señala, «y a partir de ese momento han agudizado las medidas de represión». Lo peor llegó el martes 12 de diciembre, que es cuando le comunican que tenía que ir a juicio por la custodia de los dos primeros niños que acogió, cuya madre biológica continúa en la cárcel aún sin sentencia firme (dato relevante como veremos a continuación).
«Me avisan horas antes», indica. Y es que la vista se celebraba el mismo día en que recibe la comunicación. Ella está convencida de que esta acción llevaba mucho tiempo planificándose. «Alrededor de cinco meses antes, ellos habían sacado a la mamá de los niños, que está en la prisión, en un programa de televisión donde hablaba de que ella participaba en programas educativos dentro del centro penitenciario, que había cambiado su conducta…», explica.
«Me llamó poderosamente la atención que la sacaran justo a ella, pero además que mintiera. Dijo que había tenido contacto con los niños, que estaba muy agradecida de tal y más cual cosa, que allí las cosas iban bien…», comenta. Por otra parte, la sentencia de la mujer tampoco era firme después de cuatro años. «Cosa que también llama la atención porque, al no hacerse firme la sentencia donde a ella le quitan la custodia legal de los niños por maltrato, ella tenía derecho sobre esos niños».
«Sabía que ellos iban a venir en contra mío y justamente pasó eso», asevera. «Ellos me citan para un juicio y traen a la mamá de los niños». Todo estaba dispuesto para que Diasniurka tuviera que renunciar a los pequeños. Pero no esperaban lo que ocurrió. «El día del juicio, a pesar de tener muy poco tiempo y de que militarizaron el tribunal, doce personas lograron llegar para testificar a mi favor», relata. Fue lo que le recomendó su abogado que hiciera, recabar apoyos, para ver «qué sale de ahí». «No te puedo asegurar nada, acuérdate que vivimos en dictadura», le dijo.
Los padres, a su favor
«Lo que sucedió allí fue que ella (la madre biológica) vino, la trajeron en el carro de la prisión, y fue la primera persona a la que le dan la palabra. Al parecer la había amenazado para que testificara en mi contra». Pero no lo hizo a pesar de las presiones de la presidenta de la sala, que -por cierto- «era la presidenta de la Sala Penal de Alquizar, no fue la jueza de lo civil, que es lo que tocaría en un proceso de familia».
La cuestión es que -para sorpresa de los presentes-, cuando la magistrada le pregunta a ella para retirar la custodia de los niños a Diasniurka, «la muchacha, la madre de los niños, dijo que no». Argumentó «que lo sentía mucho, que podían hacer lo que quisieran con ella, pero que nunca testificaría en mi contra«. Esto desmontó absolutamente la estrategia del tribunal. «Estaban como al desnudo porque lo único que podían tener en mi contra era que la mamá dijera que no estaba de acuerdo» con que se quedara con ella.
«El padre, gracias a Dios y a pesar de que en estos momentos se encuentra sin trabajo, porque lo ha amenazado y demás para que testificaran mi contra, testificó a mi favor diciendo que él nunca me quitaría los niños porque no cree que pudieran tener mejor familia que la nuestra», relata. «Fiscalía intentó ir en mi contra por mi manera de pensar, pero al nosotros tener doce personas que querían testificar a mi favor, a la Presidenta no le quedó mucho más recurso que decir que el proceso no se abría a prueba, para no tener que escucharlas».
En ese momento determinó que la madre biológica de los pequeños «quedaba limitada a nunca más volver a ver a los niños». «Le retiraron completamente la custodia y no les quedó de otra que cedérmela a mí, por petición de los padres«. Diasniurka respiró aliviada -por una parte- pero conmovida por el hecho de que aquella mujer, con la que podía llegar a sentir cierta empatía a pesar del daño que había hecho a sus hijos, no pudiera volver a verlos jamás. Hubo -al menos- una despedida. Al salir de la sala, ella estaba allí «parada, inerte, al lado de la Guardia».
«Me dio por salir corriendo hacia donde ella estaba con los niños. Y ella se arrodilló para pedirles perdón. Yo no pude aguantar y me puse a llorar, los niños empezaron a abrazarme y no hacían nada… Me partió el alma», confiesa. «Yo estuve presa, yo me puse ese uniforme, yo sé que ella hizo mucho daño a los niños, pero yo soy madre… Y esa mujer nunca podrá ver a los niños, ni tan siquiera por llamada. Nunca más. Me sentí tan mal… La habían preparado para que testificara en mi contra y no lo hizo. Esta gente… Son muy malos. Son una máquina diabólica de represión«.
El precio de la libertad
Esta vez, Diasniurka ha salido airosa. Pero la sombra de la mano represora del régimen comunista está permanentemente sobre su cabeza. En estos momentos, la disidente está a la espera de ver qué ocurre con el recurso de apelación que presentó contra una sentencia por la que fue condenada a ochos años de cárcel el año pasado. «En octubre de 2022, ellos me hicieron un juicio amañado por la dictadura, obviamente por los órganos de la seguridad del Estado, donde ellos me están amenazando con ocho años de prisión por comunicarme con personas que no están a favor de ellos, por trabajar para algunos medios como periodista independiente, porque me encontraron una bandera cubana que estaba escrita guardada en un maletín…», explica.
Según recoge la sentencia -a la que ha tenido acceso Libertad Digital– «queda probado que la acusada tenía en su poder 6 pulóveres blancos con letras rojas con texto PATRIA Y VIDA» y «una bandera cubana con texto VIVA CUBA LIBRE«, efectos que le incautaron durante un registro en el que también se quedaron con una gran cantidad de material informático (cuatro móviles, un disco duro, una impresora y un ordenador) que utilizaba para «directas y entrevistas con diferentes medios de comunicación extranjeros» en los que expresaba «de manera déspota los problemas existentes en nuestro país, creando grupúsculos que tienen la misma forma de pensar».
La resolución también censura que tuviera en su poder «40 libras de medicamentos importados», fármacos que siempre «dona pero con la intención de desacreditar la régimen cubano y tratando de sumar a personas necesitadas de esos medicamentos para formar parte del juego sucio de la revolución cubana . También la acusan de ser la principal «aglutinadora de los disturbios del 11 de julio de 2021 en el municipio de Alquizar», en referencia a las protestas pacíficas masivas del 11J en la isla caribeña. Por último, destacan el «marcado ímpetu» de sus declaraciones sobre el presidente Díaz-Canel, manifestando -señala- «palabras impropias y obscenas sobre su persona».
Por estas cosas, le imputan los delitos de propaganda enemiga, instigación a delinquir, ultraje a los símbolos nacionales y difamación a una figura pública, penados con penas que suman un total de 11 años y medio de privación de libertad (3 años, 18 meses, 3 y 4 años, respectivamente). Aunque finalmente el tribunal determina una condena conjunta y única de 8 años de prisión. Ese es el coste de pensar diferente y creer en que el cambio es posible. Porque eso es lo que Diasniurka dice a sus compatriotas: «lo que toca es luchar por la libertad de Cuba».
0 Comentarios