Usurpando por un sueño
Por Lic. Luis Alberto Mamone – Director de Giacobbe & Asociados Psicólogo
En el mundo de las artes y de la filosofía existe un debate milenario. Su formulación podría hacerse del siguiente modo, ¿Qué es más importante, la forma o el contenido? Se trata de una disputa que sigue abierta sin solución ni respuesta cierta.
¿Qué es lo que contrasta estos conceptos y genera tal dicotomía?
La forma es el canal, la estructura, la organización, la relación de elementos, la técnica aplicada al brillo y al realce, digamos los recursos estéticos al servicio de la seducción.
El contenido es la sustancia, el argumento y su trasfondo, su consecuencia, su relevancia social, espiritual, humana o ética, su profundidad, su alcance transformador.
Tanto la forma como el contenido son aspectos de la expresión artística que trabajan mancomunadamente en una obra. El contenido necesita de la forma para transmitir sus ideas tanto como la forma necesita un contenido legítimo a expresar.
No tienen posibilidades de divorcio, como si fueran las dos caras de una misma moneda.
Sin embargo, existe entre tantos artistas y pensadores la tendencia a creer que uno de los dos es más importante que el otro.
No es difícil enfrentar estos conceptos; lo difícil es disponer de herramientas prácticas para reconciliarlos y permitir que uno potencie al otro.
A manera de ejemplo podemos referirnos a la literatura. En ella no basta con tener un buen mensaje para escribir una novela o un cuento porque ese mensaje desnudo, cuando persigue fines ideológicos o morales, lo transmiten mejor otros canales informativos como los panfletos, las noticias de prensa o los ensayos.
La literatura es en sí la forma estética. Tiene una lógica interna clara mediante la cual se usan personajes y escenas ficticias para transmitir con mayor efectividad un contenido de ideas.
La vida cotidiana nos muestra que la manera con la que nos expresamos incide como forma en el contenido. El tono y el sentido de la oportunidad son el fino condimento de un buen convite.
En las últimas semanas el centro de gravedad de la política argentina se posó en la figura de Juan Grabois. Opacando incluso la explosiva y famosa carta de Cristina Fernández sobre «el funcionamiento de los funcionarios».
Fue llamativo el formato adquirido para el advenimiento de un gran número de temas fundamentales para los argentinos: la tierra, la vivienda y la propiedad privada.
Podríamos decir que la esperanza de los pobres se instaló en una pelea doméstica de pudientes.
A tal fin, Grabois ofició como asesor letrado de una de las partes de la familia Etchevehere quién curiosamente lleva el nombre de «Dolores».
La cobertura mediática de la cuestión resultó usual para estos tiempos. Marcelo Tinelli uno de los personajes más emblemáticos del país con millones de seguidores, fundó una «forma» que se condensó en «estilo» para la controversia familiar y de farándula.
Los componentes son bien definidos, figuras del mundo del espectáculo, el deporte y la política participan junto a un partener bailarín para cumplir un sueño generalmente vinculado a una necesidad social de la actualidad.
La justicia está representada por un jurado, quienes puntúan, intervienen con los coaches, hacen críticas y se muestran para el gran público.
Es con ellos con quienes se generan las mayores polémicas y escándalos, ya que muchos participantes se oponen a la calificación que les toca y presentan su disconformidad a través de insultos, llantos y contiendas absurdas que finalmente terminan prosperando con reconciliaciones emotivas.
La dinámica se repite una y otra vez, y el público espectador la consume y aclama en cada caso. Usurpaciones domiciliarias, infidelidades, violencia de género, manejos arbitrarios de fondos familiares y demás yerbas están presentes en cada entrega.
Por lo general la disputa indigesta y como efecto deja en el olvido el sueño social de la pareja danzante.
El caso Etchevehere pudo finalmente ser un episodio más del Show del Match. La forma pudo fagocitarse raudamente al contenido.
El sueño de Juan Grabois de «Patria grande» y transformación social quedó absolutamente descolorido y menguado frente a las imágenes caricaturescas que regaló la pantalla mediática.
La grandilocuente formulación de reforma agraria enfocada, ni más ni menos, «al granero del mundo» quedó expresado en un triste retrato.
En medio de la pampa húmeda un terrenito del tamaño de una vereda alojaba unos endebles plantines que eran removidos por un puñado de jóvenes «Artiguistas» que tenían la misma habilidad para trabajar la tierra que ocasionalmente pudiera tener cualquier senador o diputado que ejerza en «el palacio legislativo».
… «No vamos a negarlo, hemos sufrimos una derrota. Una derrota que nos duele y nos entristece. Nos duele por Dolores, víctima emblemática de violencia de género intrafamiliar e institucional» …
… «En todo momento usamos las vías institucionales y nos ajustamos a derecho. Aun a sabiendas de que la Justicia no es neutral» …
Fueron las palabras de Juan Grabois, apoderado en el conflicto familiar por el predio de la estancia Casa Nueva en Entre Ríos, luego de que la Justicia fallara a favor de la familia dueña del campo y ordenara el desalojo por parte de los integrantes del Proyecto Artigas.
A partir de los hechos, hemos consultado a la opinión pública solicitando defina con una palabra a Juan Grabois.
La palabra elegida en número concluyente es «Delincuente». Parientes cercanos de la palabra mencionada surgieron «Ladrón», «Chorro», «Usurpador» y «Vago». La otra mención importante en número es el vocablo «Desconocido».
La consideración es muy transparente. La opinión pública califica la «forma» en que Grabois hace. No el «contenido» de lo que Grabois piensa. Y lo que advierte, es un abogado que actúa fuera de la ley.
Dicho de otro modo, lo ve a Grabois fuera del sistema y por lo tanto adquiere el valor de un virus que atenta contra la salud de un cuerpo social que aún con «tapabocas» reacciona y se hace escuchar.
Paradójicamente lo ve fuera del sistema institucional a quien acredita ser consejero formal del obispo de Roma y cabeza de la institución más poderosa y tradicional del mundo occidental.
Lo cierto es que los temas que porta Grabois son trascendentes y fundamentales para el futuro de un país deshabitado y configurado geográficamente para el hacinamiento y el desamparo.
No por nada el actual artículo 14 bis de la Constitución Nacional habla de acceso a una vivienda digna. Descubrimos hoy que la dignidad se relaciona con la salud pública y las pandemias.
Seguramente serán necesarios sensibles traductores que puedan sustanciar las formas con los contenidos y dar tratamiento adecuado y respetuoso a las necesidades primarias de un país adolescente que se agrieta frente a los precipicios.
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