La “tierra de nadie” el perfecto lugar para dejar diferencias
Nada más parecido al Apocalipsis que un campo de batalla de la Primera Guerra Mundial (WWI). El lugar donde la “humanidad” desaparecería para siempre.
Todos los odios, rencores y diferencias se dirimían a fuerza de vidas.
Pero ocurrió un episodio casi milagroso, que si bien no detuvo la masacre, dejó un testimonio en la historia que permite saber que la humanidad tiene un rasgo que le permite avanzar en el tiempo: el misterio de reconocernos iguales pese a las diferencias.
Fue horas antes del 24 de diciembre de 1914, en los campos de Ypres, Bélgica; cuando ocurrió algo que pasaría a la memoria colectiva como “la tregua de Nochebuena”.
Aunque existen documentos (básicamente cartas y anotaciones en diarios íntimos) que la reseñan, los censores de ambos bandos manipularon esas “memorias” con obvios motivos. Estamos hablando de una guerra fratricida, que enfrentaba a la Triple Alianza (Alemania, Italia y el Imperio Austro-Húngaro) y la Triple Entente (Francia, Reino Unido y Rusia), todas potencias mundiales que del modo más cruento buscaban la supremacía. Sobra decir que la WWI tuvo un saldo de más de diez millones de muertos, unos 20 millones de heridos y un número de desaparecidos cercanos a los 5 millones.
En ese contexto de sangre y muerte, en el anochecer del 24 de diciembre, unas tenues lucecitas en el campo de batalla llamaron la atención de hombres que horas antes se mataban.
Las anécdotas en torno a esos resplandores distantes y que llamaron la atención de los soldados son diversas, pero todas hablan de velas que decoraban las trincheras. Luego, cantos en alemán e ingles; seguramente villancicos y canciones tradicionales de la navidad.
El siglo XX recién empezaba y todo era oscuridad y muerte, pero unas canciones populares y el resplandor luminoso de las velas transformó el momento.
En un espacio de tierra, conocido como “territorio de nadie” comenzaron a reunirse los hombres. Había sonrisas, un gesto que esos rostros adustos y aterrados no conocían hace meses. Luego, apretones de manos y abrazos. Finalmente un juego de pelota y cigarrillos y whisky.
Esa tregua improvisada en campos de Flandria, es un momento de la historia para comprender que todo lo bueno es posible.
El “frente occidental” un verdadero lodazal en un invierno despiadado, fue el escenario de la “humanidad”.
Pese a que “los Generales, los Presidentes o los Mandamases” solo querían la aniquilación de “el otro, el “enemigo, el extranjero, los otros”, los Hombres supieron que en aquel otro estaban ellos mismos, sus anhelos, sus seres ahora lejanos que esperaban casi supersticiosamente que regresaran; que todo acabara y que comenzara la reconstrucción del mundo que habitaban.
Alemanes, franceses, belgas y británicos se reunieron en esa “tierra de nadie”, y la hicieron de “ellos”; trasformaron ese “territorio baldío” en una tierra de todos, de la humanidad.
No en vano la ciudad de Ypres se llama “ciudad de la Paz”.
Lo que muchos narran como una anécdota de una guerra, es más que eso. De hecho, en el 2014 Europa recordó los cien años de “la primera Batalla de Flandes”.
Fue una batalla de cientos de miles de muertos que no definió nada. En le historiografía bélica se mencionará que fue la primera vez que se usaron gases “venenosos” o que se comprobó la ineficacia de algunas armas del siglo XIX. Pero algunos coinciden en mencionar al teniente Zehmisch quien en medio de la emoción de la proximidad de la Noche Buena, impulsó a sus soldados a olvidar por un momento la crudeza de la guerra y cantar villancicos. Luego, del otro lado de la “tierra de nadie” el oficial Fröhliche Weihnachten, gritó un entendible “merry christmas” y l alegría se desató.
“Un inglés salió de su trinchera con las manos en alto, llevaba un sombrero lleno de cigarrillos y estaba desarmado. Ese día no hubo disparos. Fue un día histórico porque cuando conocí a su oficial organizamos un armisticio de 48 horas. Cientos de soldados de ambos bandos se reunieron e intercambiaron saludos y regalos», dice el diario personal de uno de aquellos protagonistas.
En esos campos de barro congelado alguien acercó un balón de futbol, una simple pelota de cuero que fue la excusa para confraternizar.
Tal vez esa “anécdota” sirva en países como el nuestro para entender que no todas las diferencias son insalvables; que hay cosas que nos unen. Y no es solo el fútbol, son las “ganas” de dejar atrás las miserias.
Aquella “paz” en medio del conflicto mundial duró hasta el 29 de diciembre. Pero aquella “Tregua de Navidad” fue repudiada por los altos mandos de ambos bandos, que la interpretaron como una debilidad; sancionando duramente a sus protagonistas.
Luego todo volvió a la normalidad esperada por los poderosos: enfrentamiento.
Casi todas las sociedades occidentales atraviesan hoy una crisis que se agravó con la Pandemia del Covid 19. Vemos a “los otros” como “enemigos” y de hecho hay gobiernos que lo fomentan. Tal vez uno de nosotros logré llamar la atención al otro lado de la “tierra de nadie” para despertar una nueva tregua; esta vez duradera y perenne.
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