Venezuela y el mito de Sísifo
Frustrante. Así podríamos describir el proceso político que condena a las democracias de América Latina, a sufrir constantes desbalances de Poder, e “interrupciones” de sus Democracia.
Como en el angustiante mito de Sísifo, donde Zeus “condena” al protagonista a repetir una y otra vez un castigo; pueblos latinoamericanos empujan cuesta arriba una enorme roca, que, antes de llegar a la cima vuelve rodar hacia abajo; una y otra vez en cada intento.
Este proceso, en el cual llegar a la cúspide cargando ideales de la libertad, implica a la vez que todos los anhelos y esperanzas volverán a precipitarse hacia abajo; en una historia cíclica y absurda.
Un día como hoy, 23 de enero, nos recuerda esta anomalía de la vida política de los “Pueblos del Sur”; pero a su vez infunde optimismo y tal vez nos reconforte para volver a intentar llegar finalmente a la cima; ese destino tan esquivo pero imprescindible: Democracias sólidas como una roca.
Era la madrugada del 23 de enero de 1958 cuando luego de días violentos, llegaba a su fin la dictadura del general venezolano Marcos Pérez Jiménez.
La historia recordará que aquella jornada, Venezuela iba camino a recuperar la institucionalidad y por eso esa fecha fue la elegida para conmemorar la Democracia de ese país.
Cuestión de libertad
Como un “deja vú”, los venezolanos viven tiempos de convulsión.
Cuando en 1948, Marcos Pérez Jiménez encabezó a los militares que derrocaron al gobierno de Isaías Medina, nadie supondría que esa acción constituiría no solo un quiebre institucional, sino también el inicio de un periodo oscuro.
Fue luego del llamado a elecciones, que asumiría Rómulo Gallegos, pero este corrió la misma suerte que su predecesor y fue depuesto por el Ejército, que rápidamente conformó una Junta Militar y colocó a Pérez Jiménez al frente de una Asamblea Constituyente. Esta acción fue concretada luego de un escandaloso proceso de votación, con numerosas denuncias de fraude incluidas.
Pérez Jiménez no tenía pensado dejar el poder alcanzado a “sangre y fuego” y antes de finalizar el mandato “obtenido”, llamó a un plebiscito para lograr perpetuarse en el Poder.
Cualquier parecido con otros procesos de quiebre institucional – y especialmente en Venezuela – no parece ser una mera coincidencia. Más aún, la frase: “La gente puede decir que se trata de un régimen dictatorial, pero mi país no está preparado para el abuso de la libertad”, podría atribuirse a quienes hoy gobiernan el país caribeño, pero pertenece a aquel “General y Dictador lejano”.
Pérez Jiménez también creía que “debe haber un líder que señale el camino sin que le perturbe la necesidad de alcanzar la popularidad demagógica”. En esto, tal vez se equivocó y claramente fue el Comandante Hugo Chávez quien “perfeccionó” estos métodos y llevó a su gobierno al extremo de la demagogia y el populismo.
La dictadura de Pérez Jiménez se caracterizó por la persecución a los opositores, represión en las calles y censura a la prensa. Obvias similitudes con el régimen actual de Nicolás Maduro.
Es que efectivamente, Venezuela podría ser el epítome del mito de Sísifo, si no fuera por la templanza de sus ciudadanos que aún anhelan romperá esa “condena”.
La nueva caída
Desde hacía tempo la Dictadura de Pérez Jiménez estaba siendo esmerilada desde adentro del Ejército y el primer día de 1954 hubo un intento de “golpe”. La respuesta fue “más represión y sangre” hasta que finalmente el 21 de enero, un “paro nacional” convenció a los pares militares de Pérez Jiménez de “soltarle la mano” y librarlo a s suerte. Fin del Dictador.
Desde ese 23 de enero, en el cual los venezolanos clamaron en las calles por elecciones libres, la fecha conmemora la Democracia.
Paso un tiempo para que se establezca el orden Constitucional, pero en 1959, luego de dos períodos con “Presidentes Encargados”, la “roca” llegó nuevamente a la cima: Rómulo Ernesto Betancourt Bello alcanzó a la Presidencia.
Años más tarde, cuando en febrero de 1992, Hugo Chávez lideró un intento de golpe contra el presidente en ese entonces, Carlos Andrés Pérez; la “roca” comenzó nuevamente a precipitarse hacia el declive.
El presente
Chávez creía y pregonaba que la verdadera democracia llegó a su cuando él finalmente llegó al Poder el 6 de diciembre de 1998 y declaró la creación de República Bolivariana de Venezuela.
Desde su aparición en la escena política de su país, todo pareció caer en un periodo perturbador de “poder absoluto”. Su predecesor, Nicolás Maduro se ancló a ese esquema establecido por Chávez y allí permanece desde la muerte del “Comandante” en marzo del 2013.
Maduro ha profundizado el esquema que le permite aislarse del mundo y controlar su país de manera absoluta.
Pese a que esta semana el Parlamento Europeo exhortó a los estados miembros de la Unión Europea a que reconozcan la continuidad del líder opositor Juan Guaidó como presidente interino legítimo de Venezuela; Maduro aún conserva aliados que por obvias razones ideológicas lo respaldan. Uno de ellos el ex Presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva.
El brasileño, quien fuera condenado por “corrupción” durante su gobierno, y quien pretende regresar al Poder en el país carioca, sabe que debe permanecer en escena. Por eso la declaración de la UE, le sirvió de excusa para presentarse como un “soberanista”.
Lula reclamó que los países que consideran al líder opositor Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela pasen a reconocer a Nicolás Maduro como «único y legítimo presidente». Así contradijo la resolución, respaldada por 391 de los 678 eurodiputados que firmaron una declaración en la que el órgano europeo no reconoce “ni la legitimidad, ni la legalidad de la Asamblea Nacional establecida el 5 de enero de 2021”.
Cabe destacar que 25 de los 27 países que componen el bloque de la UE continúan reconociendo a Guaidó como presidente interino de Venezuela.
Dignidad ciudadana
Mientras las “Diplomacias” del mundo analizan y argumentan; Venezuela experimenta una diáspora sin precedentes. Aunque Madure lo niegue o lo minimice los ciudadanos huyen del país caribeño y buscan refugio y futuro.
Esta semana Maduro, admitió que muchos de sus compatriotas se van del país pero dijo que serían unos 600.000 los que han emigrado desde 2017. Esta cifra está muy por debajo de las estimaciones de Naciones Unidas (ONU), que estima el número en más de 5.400.000 en los últimos años.
Los expatriados del Régimen llegan a Estados Unidos, España, Colombia, Ecuador, Brasil, Perú, Chile y Argentina y desde allí observan con pavura lo que ocurre en su país. También los conmueve la nostalgia, y tal vez la “rabia” y la impotencia; todos elementos propios de la “frustración”, esa palabra que describía la sensación que generaban los procesos democráticos truncos en esta parte del mundo.
Pero hay que recordar que un 23 de enero de 1958, un Dictador debió huir de Caracas a escondidas y humillado por los ciudadanos; para luego abordar un avión que lo llevaría a su destierro en República Dominicana.
Aquella empresa costó una década completa, pero finalmente se logró recomponer el Estado de Derecho en Venezuela.
Por eso, en quienes aún luchan en su país, y en tantísimos expatriados que miran con desolación lo que allí ocurre, aquel recuerdo de dignidad ciudadana, seguramente infundirá la fuerza para volver a subir la cuesta y llegar a la cima tan anhelada de la “Democracia sólida y perenne como una roca”.
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