El amor, la base de las Constelaciones familiares
“El amor solo puede desarrollarse dentro del orden”. Con esta frase podríamos sintetizar la idea que inspiró a Bert Hellinger a crear un procedimiento por el cual llevar la terapia tradicional un paso más allá.
Esta idea le valió críticas, pero también despertó la curiosidad en millones de personas que hoy incursionan en las llamadas Constelaciones Familiares.
En 1987, Hellinger hizo público su trabajo y la teoría que el denominaría “Órdenes del Amor”, que se basa en el análisis “multigeneracional” que en definitiva busca superar problemas recurrentes.
Hellinger (teólogo y filósofo) fue misionero católico en Sudáfrica, pero ya en los 70 comenzó a dar forma a una nueva visión del abordaje de los traumas individuales. Esta mirada más “empática” profundiza sobre los orígenes de los problemas personales en busca de descubrir lo que llamó “compensación” en la vida de los individuos y la relación con sus antepasados.
Esta teoría se publicó con el nombre de “Análisis Transaccional” y es la base de las Constelaciones Familiares, cada vez más populares.
En la práctica, una Constelación pone en el escenario un mapa completo de la familia en cuestión. Cada sentimiento que despiertan los individuos integrantes de esta Constelación deja una huella: sentimientos, emociones e incluso traumas que sacan a la luz vínculos invisibles pero claramente presentes.
Estos “secretos” de familia, o incluso heridas provocadas por actitudes no necesariamente consiente, son las claves para avanzar en la comprensión de la realidad individual.
Aquí surge otro hallazgo: “muchos de nuestros sentimientos, comportamientos y síntomas no están vinculados a nuestra historia personal, sino que tienen su origen en una lealtad familiar que quiere que una generación reanude los conflictos no regulados de las generaciones anteriores”.
Ante esto, las “Constelaciones Familiares” son una herramienta que permiten meditar y sacar a la luz estos conflictos; al fin “repararlos” para liberar a quienes los padecen.
Según Hellinger, hay tres normas que regulan los sistemas humanos (que Hellinger llamó los ´«órdenes del amor»): la pertenencia, la jerarquía y el equilibrio.
La pertenencia, incluye a todos los miembros de una familia y otorga los mismos derechos inimpugnables, es decir que no hay mayor o menor pertenencia a una familia. El simple hecho de nuestra “concepción” (nacimiento) nos da un lugar en la familia. Incluso nuestra muerte no puede volver a poner esta pertenencia en cuestión.
La jerarquía (el orden) se refiere a la cronología: los padres vienen antes que los hijos. El primer hijo viene antes que el segundo y así sucesivamente. Un primer cónyuge guarda su lugar de primer cónyuge, incluso si no es ya el cónyuge actual.
Y finalmente, el equilibrio entre “dar y tomar”, que es la base de las relaciones humanas. La perpetuidad de una relación es condicionada por la igualdad de este intercambio. En este intercambio del dar y recibir, es donde se producen los conflictos, sobre los cuales las Constelaciones Familiares buscan el origen para “sanar”.
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