La oclocracia no la inventamos nosotros
Cuando los griegos con Aristóteles a la cabeza, armaron lo que terminó siendo la democracia como forma de gobierno, no hicieron más que inventar una forma de convivencia de los pueblos, los que con el correr del tiempo se ocuparon de deformarla y hacer de ella lo que hoy nos toca vivir en cada comunicad por obra y gracia de nosotros mismos.
Pero esos mismo griegos aristotélicos, contemplaron con visión de futuro, hasta las deformaciones que de esa democracia se podrían conformar con el uso que cada uno hiciera de ella y es así que antes de que pudiéramos armar los zafarranchos que armamos en nombre de la democracia, los griegos se mandaron lo de la oclocracia y nos quietaron por lo menos el derecho de autor, pero no el poder ponerla en practica.
Vamos a las definiciones tal cual son:
*democracia. (Del griego). f. Doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno. || 2. Predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado.
*oclocracia. (Del gr. ??????????). f. Gobierno de la muchedumbre o de la plebe.
Pequeña diferencia entre la demo y la oclo, con una la demagogia en el medio, ya que La oclocracia se crea mediante la acción demagógica en sus múltiples formas apelando a las emociones irracionales de la muchedumbre.
Resumiendo, cuando los gobiernos dan demagógicamente suponiendo que subyugan a los pueblos a sus voluntades, terminan preso y esclavos de las determinaciones de esos pueblos que se conforman en poderosos y en muchos casos, más allá de la legitimidad de sus reclamos, ilegales en sus acciones.
Vamos a seguir jugando con las definiciones: Según El Contrato Social de Jean-Jacques Rousseau, se define oclocracia como la degeneración de la democracia. El origen de esta degeneración es una desnaturalización de la voluntad general, que deja de ser general tan pronto como comienza a presentar vicios en sí misma, encarnando los intereses de algunos y no de la población en general, pudiendo tratarse ésta, en última instancia, de una «voluntad de todos» o «voluntad de la mayoría», pero no de una voluntad general.
Según el filósofo escocés James Mackintosh (1765-1832) en su Vindiciae Gallicae la oclocracia es la autoridad de un populacho corrompido y tumultuoso, como el despotismo del tropel, nunca el gobierno de un pueblo.
En filosofía política, este concepto puede designar un límite que permite pensar en la democracia. Las cuestiones que le hacen referencia suelen centrarse en tres puntos clave:
- ¿La democracia está absolutamente exenta del oclos, o bien el oclos es la manifestación extrema de una de las dimensiones, inevitable, de la democracia? Cuando huelgas o manifestaciones hacen volver un gobierno democrático sobre una de sus decisiones, algunos acusan a la muchedumbre (oclos), otros ven allí un progreso democrático (demos). Según la postura, una negativa hacia una decisión parlamentaria puede ser tomada como una tiranía de la mayoría sobre el Parlamento, la victoria de la violencia, el gobierno del motín y el desprecio del sufragio universal (oclos) o puede ser tomada como que el que pueblo se expresó sobre una ley con respecto a la cual no ha sido consultado, y manifiesta así su soberanía popular (demos). Es pues difícil de decidir objetivamente, para acontecimientos determinados, en qué dimensión nos encontramos.
- ¿Cómo preservar la democracia de la oclocracia? Un fortalecimiento del poder político, por ejemplo del gobierno, pone un cierto límite a la oclocracia; ¿Pero en qué medida no se aparta también de la democracia que el poder pueda imponerse a cualquier decisión de la población? ¿Cuáles son los límites de este fortalecimiento de la autoridad? Podría considerarse un principio fundamental de la democracia tener un poder capaz de resistir a la muchedumbre; pero la cuestión es saber en cuales límites esto es posible sin pasar a una forma de tiranía mediante una alienación de la soberanía popular y un desprecio del gobierno con respecto al pueblo.
- ¿Cómo se pasa de la democracia a la oclocracia? Según Rousseau, la democracia degenera en oclocracia cuando la voluntad general cede ante las voluntades particulares, por ejemplo por artimañas de asociaciones parciales (El Contrato Social, II, 3). Pero en la práctica, es a menudo difícil de determinar cuando se pasa de una voluntad a otra. Actualmente se pueden encontrar afirmaciones, la mayoría motivadas por hechos concretos, de que algunos de los estados democráticos existentes no son más que oclocracias tras espejismos de democracia.
Finalmente y esto es bien de hace tiempo: Polibio, historiador griego, en su obra Historiæ, VI, 3, 5-12; 4, 1-11, sobre el 200 a. C. llamó oclocracia al fruto de la acción demagógica y la definió como «la tiranía de las mayorías incultas y uso indebido de la fuerza para obligar a los gobernantes a adoptar políticas, decisiones o regulaciones desafortunadas». «Cuando esta (la democracia), a su vez, se mancha de ilegalidad y violencias, con el pasar del tiempo, se constituye la oclocracia»,
Y la pregunta final: en la Argentina de hoy, plagada de frentes y contra frente. Bandos y enemigos. De gobierno cautivos de grupos impuestos por la fuerzas de sus reclamos y acciones a partir de acciones de los mismos gobiernos, hemos jugado el juego de convertir nuestra tan mentada y vapuleada DEMOCRACIA en OCLOCRIA.
Creo que hemos logrado la transformación, ahora nos queda el difícil camino del regreso a las fuentes aristotélicas de la democracia
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