Repensar los tributos
Al mes de mayo de 2020 nuestro país contaba con 165 tributos, según un relevamiento de IARAF (Instituto Argentino de Análisis Fiscal) distribuidos en 41 de nivel nacional, 39 provinciales y 85 municipales.
Los tributos cumplen 3 funciones. La primera es la función FISCAL y atañe a la recaudación necesaria para solventar la cuenta de gasto público aprobada en el presupuesto, que es donde se establecen los fines a perseguir por el Estado y sus recursos. La segunda es la función ECONÓMICA, que sirve como orientador de la economía. Los tributos fijan los incentivos y desincentivos para orientar las decisiones de los contribuyentes, sobre todo en materia inversiones y desarrollo de los diferentes sectores de la economía, pues los tributos actúan sobre la renta. La tercera es la función SOCIAL que hace al destino que se da a los fondos recaudados y, éstos al cumplimiento de las funciones específicas del Estado.
Pese a que por la organización federal de la república se superponen 3 niveles de tributación, el sistema tributario en su conjunto debe poseer un elemento integrador que haga a la sistematicidad y razonabilidad de estos.
La recaudación se da en función de la alícuota del impuesto y el grado de desarrollo de la economía en su conjunto. Los tributos y las modificaciones impositivas son condicionantes del comportamiento humano. Así, la mayor o menor informalidad de la economía está en relación con la simplicidad y alícuota de los tributos, por lo que a medida que se van complejizando el cumplimiento formal y las alícuotas esterilizan la tasa de rentabilidad y de equilibrio de la inversión, se incrementa también la informalidad de la economía. Con 165 tributos y una presión fiscal que alcanza al 60% del PIB no es difícil entender por qué la mitad de la economía se desarrolla “en negro”.
Los principios de imposición sólo podrán hallarse si se enuncian con claridad los objetivos hacia los que se dirige la economía en su conjunto. La política y el sistema tributario quedarán de tal modo subordinados al plan de vida colectivo y al derecho que lo configure con ppios. generales sustentados en la constitución nacional y expresados en un código que los reúna y haga entendibles y cumplibles por los contribuyentes.
Un sistema tributario eficiente requiere:
1) Una administración financiera que conozca las consecuencias de su actuación. Las decisiones nunca son estériles ni inocuas y poseen derivaciones de orden macroeconómico;
2) Ausencia de evasiones y duplicaciones, así como la admisión de exenciones limitadas en un sistema que debe ser simple, coherente y elástico;
3) Progresividad de los tributos dentro de límites reales que no empujen el sistema a la informalidad;
4) Personalidad y equidad en la carga tributaria;
5) Tributos indirectos simplificados y coordinados con los directos;
6) Determinación clara de los Potestades y deberes del Estado, así como de los derechos y deberes de los contribuyentes;
7) Consideración de la capacidad contributiva;
8) Sistema de sanciones efectivas para los incumplidores;
9) Incentivos para los contribuyentes cumplidores;
10) Privilegios tributarios para los segmentos vulnerables de la población o, incluso algunas áreas sensibles para el sostenimiento de la república.
¿Cómo se puede dar racionalidad al sistema tributario argentino? No es lógico que la presión tributaria alcance al 60% del PBI y, mucho menos que se distribuya en 165 imposiciones diferentes. En opinión de la Corte Suprema la tasa de tributación no debería exceder del 30% de la renta y, en los periodos prósperos de la historia se situó en torno al 25% de la Renta.
En los Estados modernos los tributos sirven para incentivar, motivas y promover ciertas conductas beneficiosas para el conjunto como son la generación de empleo, ampliación de la riqueza producida, incorporación de nuevas tecnologías, desarrollo de conocimientos, investigación e innovación, etc. Así nos situamos frente a la doble función fiscal y extrafiscal de los tributos.
En el plano de las finalidades extrafiscales, si bien los incentivos deben ser temporales y sujetos a revisión, se debe dar previsibilidad con derecho a una estabilidad tributaria que amplíe los horizontes de evaluación.
El sistema tributario debe confeccionarse y ajustarse plenamente al marco constitucional y no deben agobiar al contribuyente ni a las familias, gravando irrazonablemente su progreso y mayor calidad de vida. Deben concentrarse en la generación de la renta incentivando el ahorro, la inversión y generación de riqueza y, con ello, la base contributiva. También, en la medida de lo posible, desalentar la especulación.
Toda obra pública debe tener su financiamiento asegurado por la vía de los Proyectos Públicos-Privados y orientarse a la mayor productividad del sistema, en su conjunto.
Las necesidades de financiamiento del Estado deben respetar los derechos fundamentales de los contribuyentes, para lo cual el Estado debe contar con herramientas legales que le permitan ajustar el gasto público en los momentos de contracción de la economía y no tener que recurrir al endeudamiento para solventar gasto corriente.
El sector privado no puede ser más la variable de ajuste del sector público, ni quedar subordinado a las necesidades sin límites de captar fondos para solventar gastos absolutamente improductivos. Se impone, además, un elemental ejemplo de austeridad republicana de parte de los funcionarios de la planta política del Estado. Los magistrados y funcionarios judiciales deben contribuir con los impuestos sujeto a los limites que establezca la corte suprema a fin de asegurar la intangibilidad consagrada en la constitución, que no es que se deba eximir del pago de impuestos sino de acotarlos a los niveles que el decoro de la justicia pueda soportar sin desnaturalizarse.
Por último, sin pretender agotar el análisis de lo posible, debe haber una disminución significativa de los tributos sobre la canasta básica alimentaria y los servicios públicos y de primera necesidad para los sectores de menores ingresos.
Si ponemos orden al Estado desbordado de sus funciones específicas primarias, omnipresente y distorsionador de la economía, podremos estructurar un sistema tributario racional y eficiente en sus fines con no más de dos o tres tributos por nivel de tributación, integrados y sistematizados, simplificar el cumplimiento de las obligaciones formales y volver a la cultura de una economía legal y transparentada.
Muy claro. La solución argentina es gobernar con sentido común. El desafío es llegar.
Ignacio expresas con mucha claridad el problema y la solucion.
Gracias Miguel y Guillermo. Creo que como sociedad nos debemos reconocernos parte de un mismo país, cada uno dueño de una pequeña porción que al modo de un rompecabezas, en su armonización global va a estar la imagen nítida o distorcionada de la argentina.