Los desiertos en la tierra y los desiertos en el mar
El mundo de la globalización, el mercado y la competitividad hoy impuesto por los grandes de la tierra, no es ni más ni menos que el mundo de la rapiña y el que no la pelea es fruto del robo sistemático y autorizado de los que no tiene medida para sus “negocios”. Sobre esa base de que no podemos quedar al borde del camino, es que debemos, en estos momentos difíciles de la Patria, analizar lo que nos pasa a los patagónicos en la Patagonia y los porque.
El mundo es desde hace muchos años un escenario de guerras bélicas y frías por el poder de potencia que necesita al mismo mundo para andar y en función de ello matan y mueren, todos en el mismo barro de la codicia y aunque nuestra tierra esté geográficamente lejos de los campos de guerra, estamos en el mismo mundo y en el mismo paquete con todos.
Quizá con el cotidiano andar no nos damos cuenta de cómo influyen los guerreros tradicionales, los fuertes y los débiles, los que dicen que ganan y los que nunca anuncian que pierden En ese mismo mundo vivimos también los argentinos y los patagónicos en especial.
En ese mismo mundo donde por el petróleo y el alimento se justifican las más cruentas acciones; petróleo y alimento que nos sobra y que no cuidamos como debe ser. Riquezas de la Patagonia que apetecen y logran otros del mundo en complicidad con argentinos del norte en desmedro de la Patagonia nuestra, donde vemos como cada vez está más cerca el desierto.
El desierto que muestra que se llevan todo y se irán con el último gramo de lo que quieran llevarse, de la tierra y del mar, sin ninguna medida, ni legal ni lógica y nos dejarán el desierto.
La industria petrolera que pasó por obra y gracia de los argentinos en la década del 90, de manos de YPF a los privados extranacionales, dio y da ganancias hoy más que nunca y solo nos quedan desocupados y desierto. Desolación con millones de dólares que se fugan de entre nosotros y hasta premiamos a los “mayores exportadores del año” como lo hicieron desde Buenos Aires con la española Repsol en años pasados.
La industria pesquera tiene otros personajes que preparan el desierto en el mar para los argentinos, llevándose todo lo que quieren sin controles ni límites de las autoridades argentinas que viven o se fueron a vivir al norte, mirando para adentro, sin mirar a la Patagonia.
Qué nos queda de la minería, que es una de las industrias que surgió con fuerza en los últimos años: desierto y algunas monedas, porque el oro, la plata y el uranio se lo llevan a otras partes del mundo con toda la legalidad que les da nuestra legislación.
Los campos que otrora se poblaban de ganado ovino ya no tiene casi nada, las estancias están muertas y la industria lanera anexa, hoy no es negocio para nadie.
El turismo se mata de risa cuando ve como desatendemos a quienes podrían sentirse mejor en nuestra Patagonia y no entienden como con tanto no hacemos casi nada los patagónicos.
Por qué los patagónicos somos tan quedados, tan cómodos con cualquier cosa. No nos damos cuenta que nos están quedando solo los desiertos, desierto en la tierra y desierto en el mar.
Desiertos que son el sinónimo de nada, de muerte lenta y que seguramente no es obra de la casualidad o solo de nuestra desidia, sino de estrategias extra patagónicas muy bien pergeñadas, aprovechándose de los patagónicos qué no sabemos luchar para que terminemos siendo extraños en nuestra propia tierra, para el provecho de estos señores argentinos que no les interesa más que su propios intereses y los de sus aliados del resto del mundo, que nos roban en nombre de la legalidad y bajo el amparo de la impunidad, argumentando que esto es el mundo globalizado en que debemos entrar y jugar.
Jugar a qué, a dueños de los desiertos de donde se llevan los millones de dólares para que otros los disfruten y utilicen en nuestra contra. En ese mundo los patagónicos no queremos jugar y tarde o temprano nos daremos cuenta que debemos ponernos firmes y señalar el camino de nuestra propia región.
Con fuerza y razón, pero además con la rebelión de los dueños de la verdad, de una verdad que ya no debemos declamar más y que debemos empezar a hacer efectiva en bien de los patagónicos y de todos aquellos hombres y mujeres del mundo que quieran ayudarnos a poblar y a hacer grande a la Patagonia, desde la Patagonia.
Por Carlos Lisandro Berenguel – Periodista – Caleta Olivia – Santa Cruz – Patagonia
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