¿Qué significa amar a Dios con todo tu corazón?
El Señor Jesús dijo en Marcos 12:30:
“Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas”.
¿Qué significa amar al Señor con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas? ¿Tenemos tan siquiera la capacidad de amarlo con todo nuestro ser así?
En esta entrada hablaremos brevemente de lo que significa amar a Dios con todo nuestro ser usando versículos y notas del Nuevo Testamento Versión Recobro.
La fuente de nuestro amor por Dios
Tenemos que admitir que aunque amemos a Dios hasta cierto punto, Él no es el Único al que amamos, y a veces no es a quien amamos más. Muchas otras cosas tiran de nuestro corazón. Entonces, ¿cómo podemos obedecer el mandamiento del Señor de amarlo con todo nuestro corazón?
El Señor está muy consciente de que no somos capaces de tal amor en nosotros mismos. Necesitamos darnos cuenta de que cuando Dios hace una demanda, Él tiene la intención de satisfacer esa demanda por nosotros. Así que en 1 Juan 4:19 podemos ver que nuestro amor por Dios se origina de Dios mismo:
“Nosotros amamos, porque Él nos amó primero”.
La nota 1 en este versículo en el Nuevo Testamento Versión Recobro dice:
“Dios nos amó primero porque Él nos infundió Su amor y generó en nosotros el amor con el cual lo amamos a Él y a los hermanos (vs. 20-21)”.
Dios es la fuente verdadera de nuestro amor por Él. Él nos amó primero y nos infundió Su amor. Infundir significa llenar, impregnar, incluso empapar. ¡Estamos siendo empapados del amor de Dios! Ahora el amor de Dios en nosotros es el amor con el cual podemos amarle en reciprocidad.
El amor no es sólo un sentimiento. Dios es amor. Dios nos ama y llegó a ser un hombre llamado Jesucristo. Él demostró Su amor por nosotros al máximo al morir en la cruz. No es de extrañar que cuando escuchamos el evangelio de Jesucristo, nuestros corazones respondieron a Su amor y nos abrimos para recibirlo como nuestro Salvador. A partir de ese día, comenzamos a amar al Señor con el amor que Él infundió en nosotros.
A medida que disfrutamos del amor de Dios, lo amaremos en reciprocidad cada vez más.
Amar a Dios con todo nuestro corazón
Amar al Señor con todo nuestro ser comienza desde nuestro corazón. En una entrada anterior hablamos de qué es el corazón según la Biblia. Podríamos pensar que nuestro corazón es simplemente la sede de nuestras emociones. Pero podemos ver en la Biblia que es más que eso.
Nuestra parte emotiva es una parte de nuestro corazón, pero nuestro corazón también incluye nuestra mente, voluntad y conciencia. Nuestros sentimientos, pensamientos, decisiones y el sentir de condenación o culpa que sentimos cuando hemos hecho algo malo, todo esto surge de nuestro corazón.
Dios es un Dios amoroso y nos creó con un corazón para que lo amemos completa y absolutamente. Pero en nuestra experiencia sabemos que nuestro corazón ama muchas otras cosas aparte de Dios.
Entonces, ¿qué hacemos? Simplemente tratar de no amar esas cosas no funciona. Pero el apóstol Pablo escribió esta palabra reconfortante en 2 Corintios 3:15-16:
“El velo está puesto sobre el corazón de ellos. Pero cuando su corazón se vuelve al Señor el velo es quitado”.
Cuando nuestro corazón se aparta del Señor y se fija en cosas tales como pecados, preocupaciones egoístas y placeres mundanos, tiene un velo puesto. No podemos ver al Señor.
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Pero cuando volvemos nuestro corazón a Él, el velo es quitado y podemos ver al Señor nuevamente. Vemos Su belleza, Sus virtudes y cuán maravilloso es. Entonces Él nos infunde más de lo que Él es, incluyendo amor, dentro de nosotros. De esta manera, nuestro amor por Él crece.
Nosotros podemos volver nuestros corazones al Señor Jesús en cualquier momento orando a Él, invocando Su nombre, confesándole nuestros pecados y pasando tiempo en Su Palabra. Estas prácticas sencillas pueden quitar el velo de nuestro corazón, restaurar nuestra comunión con el Señor y reavivar nuestro amor por Él.
Amar a Dios con toda nuestra alma
Nuestra alma está compuesta de nuestra mente, parte emotiva y voluntad, por lo cual es una gran parte de nuestro corazón. Dios creó nuestra alma para que pudiéramos expresarlo, pero debido a la caída de la humanidad, nos expresamos a nosotros mismos. Tenemos nuestros propios sentimientos, opiniones y decisiones que son independientes de Dios.
Pero cuando volvemos nuestros corazones al Señor, nuestro amor por Él crece. A medida que Él se infunde en nosotros, Sus pensamientos llegan a ser nuestros pensamientos, Sus sentimientos llegan a ser nuestros sentimientos y Sus decisiones llegan a ser nuestras decisiones.
A medida que Él realiza Su obra transformadora en nosotros, espontáneamente comenzamos a expresar a Dios y a glorificarlo. Otros verán a Cristo expresado en nosotros al nosotros amarlo con toda nuestra alma.
Amar a Dios con toda nuestra mente
Nuestra mente es la parte principal de nuestra alma. Dirige el resto de nuestro ser e influye en lo que amamos y lo que elegimos. Puede ser puesta en muchas cosas. Pero Dios quiere que nuestra mente esté puesta en el espíritu, donde está Cristo.
Romanos 8:6 dice:
“Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el espíritu es vida y paz”.
Cuando ponemos nuestra mente en la carne o las cosas de la carne, nos sentimos sin vida e inquietos porque estamos apartados de Cristo en nuestro espíritu. Pero cuando ponemos nuestra mente en el espíritu, estamos en paz y llenos de vida. Al poner nuestra mente en nuestro espíritu todo nuestro ser está centrado en Dios.
Una manera de poner nuestra mente en el espíritu es leer la Biblia. La Palabra de Dios revela quién es Cristo para nosotros. Cuando usamos nuestra mente para leer la Palabra, vemos más de la preciosidad del Señor. Por ejemplo, cuando leemos en los cuatro Evangelios acerca de la clase de vida que vivió el Señor Jesús, las palabras de vida que Él habló y cómo Él cuidó de todo tipo de personas, estamos llenos de apreciación por Él. Cuanto más lo consideramos más lo amamos.
Amar a Dios con todas nuestras fuerzas
Todas nuestras fuerzas se refiere a la fuerza física de nuestro cuerpo. Cuando volvemos nuestro corazón al Señor y ponemos nuestra mente en Él, nuestro cuerpo le seguirá.
A medida que el amor por el Señor impregne nuestro corazón y alma, incluso las acciones externas de nuestro cuerpo se verán afectadas. Nuestra actitud hacia las cosas que solían ocupar nuestro tiempo, interés y energía también cambiará. Amamos al Señor y queremos más de Él. Así que incluso nuestra fuerza física, es decir, nuestro tiempo y energía, se gastará en ir en pos de Cristo.
Amar a Dios con todo nuestro ser comienza hoy
Amar a Dios con todo nuestro ser es un ejercicio. No siempre nos despertamos por la mañana con el corazón inclinado hacia el Señor. Pero podemos comenzar el día volviendo nuestros corazones a nuestro querido Señor Jesús. Podemos decir: “Señor Jesús, vuelvo mi corazón a Ti esta mañana. ¡Te amo!” Podemos decirle al Señor que lo amamos todos los días.
También podemos orar: “Señor Jesús, haz que te ame más hoy que ayer. Quiero amarte con todo mi ser”. Seguramente Él responderá a tal oración.
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