Cuando Aristóteles definió al hombre como el Zoon Politikon lo hizo desde la capacidad que todos tenemos de relacionarnos políticamente tanto para crear sociedades como para organizar la vida social en ellas.
Siguiendo esta idea, nuestro rol de ciudadanos nos hace necesariamente políticos, lo que podremos ser tanto en un sentido activo o pasivo, en función de la participación, o no, en la generación de las normas y programas de convivencia, como positivo o negativo, en función del cultivo de las virtudes cívicas (e instituciones) o de su quebrantamiento, como tantas veces sucedió en la historia de nuestra querida república.
Los argentinos desde 1810 a esta fecha hemos tenido en lo institucional tres periodos altamente virtuosos que son los empeñados para ganar la independencia; luego de Caseros, para constituir la republica; y, los últimos 37 años, para la instauración definitiva de la democracia como un valor en sí mismo.
Sin embargo, en el resto de nuestra historia, no hemos podido dar a dichos logros un contenido magnánimo en el sentido de que consagrasen lo determinante del ser nacional que es ser un pueblo soberano, en el que todos sin excepción de ninguno tenemos un lugar y condiciones para desarrollarnos en plenitud humana y, donde la ley ejerce una supremacía moral y civil garantizada.
Muy por el contrario, desde hace 90 años padecemos el ataque permanente y vaciamiento progresivo de las instituciones republicanas y los resultados nefastos de experimentos políticos y sociales de toda laya, de la subversión del principio constitucional de igualdad ante la ley y de pseudos programas económicos que nos han abandonado siempre a la deriva y en el medio de un caos fenomenal. Los botones de muestra son la pobreza estructural que padecemos, los 15 ceros que quitamos a la moneda y el altísimo nivel de informalidad que supera ya ampliamente el 50% de la economía y trabajadores. 12 millones de rehenes tiene nuestro país, el 60% de sus niños carenciados deberían movernos a la reflexión y acción decidida.
En muchos aspectos, los argentinos que supimos desarrollar ingentes recursos basados en la solidaridad y empatía social para sobrellevar el momentum de cada crisis, con una singularidad propia nuestra, nos hemos diluido para parecernos, cada vez más, a las sociedades de los Estados fallidos. Con esto quiero significar que fuimos perdiendo la resiliencia y la capacidad política de ser en nosotros mismos un cuerpo social, sólido y sustentable bajo el mismo ideario de nación representado en el amor a la Bandera.
Considero que pocos aceptarán voluntariamente ser definidos como seres abandonados y, sin embargo esa es la realidad.
Creo que únicamente la «Política» podrá devolvernos a una etapa promisoria que garantice la subsistencia como una nación unida y no fragmentada en dos, tres o cuatro territorios separados pugnando por la fuerza por un pasado insoportable y sin ningún futuro posible.
Por eso sólo la política debe signar el compromiso ciudadano por el futuro.
Penosamente, una vez más quedamos emboscados en la incertidumbre de un gobierno carente de todo programa y escrúpulos; que debate sus internas en la gestión pública; y, que tomó a la sociedad como conejillo de indias sometiéndola a todo tipo de inseguridades y destrucción de sus valores.
Pero (siempre hay un «pero») también estamos viviendo un resurgimiento de la política como el escenario imprescindible para resolver los problemas de los ciudadanos (civitas) en la polis (la política). Mientras los unos, negando y destruyendo literalmente la política abandonan y reniegan de ella, quedando a la vista de manera dramática su condición pervertida, los otros -los de la polis- parecemos haber recuperado la férrea voluntad gregaria propia del Zoon Politikon aristotélico, para acordarnos un camino de transformación que podría tener parangón en nuestra historia de finales del siglo xix y comienzos del xx.
Este rescate se viene haciendo desde la política en su mayor expresión que es la conformación de nuevas expresiones partidarias, de cara a la sociedad y con total transparencia. Casi como en un reality, vamos desarrollando los hechos y festejando cada logro por mucho que los medios de comunicación se empeñen en desconocer que para la mayoría silenciosa la derrota, las malas opciones y tener que padecer como sujetos pasivos los tejes y manejes de sus representados no es una opción verdadera.
Miles de argentinos, en todas las provincias, organizados en juntas ciudadanas que crecen como el pasto dulce tras la lluvia, hemos puesto a la política adelante en el orden de prioridades y comenzado a conversar en términos de polis para volver a traer los valores de Dios, de Patria y de Familia, como valores fundamentales y fundacionales de la república.
La política demostrará, una vez más, que es capaz de reaccionar frente a una crisis de proporciones como la que estamos viviendo, tanto para encauzarla como para concebir soluciones politicas que confieran sustentabilidad y previsión a la sociedad, sus instituciones y la economía. Y la política es el arte de gobernar y de lo posible. La política permite aplazos pero nunca renunciamientos. La política posibilita el diálogo fructífero porque la democracia -como sistema de gobierno- no puede ser más la dictadura de las mayorías, sino el gobierno de los mejores y más preparados, respetando los derechos de las minorías.
La política, queridos amigos, es el don de Dios a los hombres para hacer de este mundo y la Patria la casa de todos.
Por mucho que no les guste a los populistas del «vamos por todo», la política y la democracia son reales en la medida que están provistas del principio de tolerancia activa y de consensos mínimos.
Los argentinos aprenderemos a vivir en la diversidad, bajo el imperio de la ley, donde nadie será dueño de la verdad y los gobiernos gobernarán con respeto irrestricto al proyecto de nación contenido en la constitución nacional.
Este será el espíritu de la futura etapa, si somos felices y sostenemos la batalla cívica hasta verla constituida.
Así pues, el Zoon Politikon de Aristóteles ha vuelto a la Argentina de la mano de hijos curtidos en la adversidad, y lo hará, como siempre, en ¡gloria y majestad! Hagámoslo posible.
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