Educación formal: nada será como era
«Es un peligro» implementar clases presenciales en la Argentina porque el coronavirus «no está superado», dijo recientemente el presidente argentino, Alberto Fernández con relación al contexto de pandemia por el Covid.19.
Desde aquellas declaraciones, semanas atrás los casos de contagios y muertes no paran de crecer en el país, y la «biblioteca» se divide mitad para los que pretenden cerrar el año y esperar, y los que reclaman la apertura de las escuelas, al menos de manera simbólica.
En algunas provincias se intentó sostener la presencialidad, pero en general se fue improvisando con sistemas one line y plataformas diversas. También fueron diversos los resultados.
El presidente había pedido un esfuerzo «adicional» para continuar con la escolaridad virtual. Pero lo que ocurre es que mientras más pasa el tiempo, más crece la brecha tecnológica.
Mientras transitamos la última parte del 2020, y llega a su fin el periodo que comprende el «ciclo lectivo» está claro que ya será imposible Volver a las Aulas, tal como era antes de marzo del 2020.
Lo que generó la «primera ola del coronavirus» fue un cambio de paradigma. Las escuelas quedaron vacías y los hogares se transformaron en aulas.
Ainara Zubillaga, directora de Educación y Formación de la Fundación Cotec, dijo al respecto que si bien la brecha digital fue la primera que se vio, la educativa no solo se reduce a la falta de dispositivos o de accesibilidad a la red, sino que «es un tema social». En otras palabras, garantizar la conectividad no suprime la brecha educativa, porque aun así «seguirá habiendo familias que no puedan dar soporte educativo a sus hijos», expuso. Algo que no parece estar calando a la hora de hacer políticas públicas que, excepto honrosas excepciones, según apuntó, se están centrando en los equipamientos. Algo que, por sí solo, «no soluciona el problema».
Aún queda por delante el último trimestre lectivo. En lugares como el AMBA la situación epidemiológica, deja una sensación de derrota, y una frase cada vez más frecuente. «el año está perdido».
Lo cierto es que nadie es optimista, y los especialistas críticos advierten que una serie de meses sostenidos sin el suficiente contacto – virtual o no- de los alumnos y sus docentes, equivalen a un «retroceso mas que a un estancamiento».
Sobre la interrupción de la escolaridad presencial, y en referencia a las consecuencias propiamente educativas, Santiago Bellomo, vicedecano de la Escuela de Educación de la Universidad Austral, distingue dos tipos de brechas o márgenes. Por un lado, el margen intensivo, que tiene que ver con el caudal de aprendizaje que se perdió en estos meses, compensada de manera parcial por la enseñanza remota de emergencia. «Este margen es el que menos debe preocuparnos, ya que con diferencias según la edad sus efectos no son tan profundos, y por lo tanto más remediables. Pero para remediar esa pérdida habrá que realizar evaluaciones de resultados, y no solo de procesos [como las actuales y determinadas por el Ministerio de Educación de la Nación] para diagnosticar la situación de cada alumno y trazar planes compensatorios. Esta ingeniería se está aplicando en países como España, Alemania o Gran Bretaña, pero exige una voluntad, capacidad técnica y financiamiento que nuestro sistema tal vez no logre desplegar, sobre todo en los ámbitos que más se necesita», reflexiona Bellomo.
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