Ojo a los que quieran volver a las leyes de impunidad, ojo a los dos demonios, ojo a los pro genocidas y pro dictadores, fue el mensaje multitudinario del acto del 24 de marzo. Es la primera conclusión, pero también hay otras para los que se deprimen o los que baten palmas “porque los jóvenes están con Milei”. Y hay llamados de atención para los que banalizan la interna del Frente de Todos entre “rupturistas” y “acuerdistas” y para los que subestiman la situación de pobreza que sufren muchos argentinos.

Fue un acto masivo, lo que no es nuevo, porque desde 1996, han sido actos con grandes multitudes. Pero después de la desmovilización obligada por la pandemia y las campañas de Juntos por el Cambio y de las corporaciones mediáticas se había creado expectativa en la derecha como lo demuestra el esfuerzo que hizo la corporación mediática para ignorar la importancia del acto.

Con la misma Corte que quiso imponer el 2×1 para liberar a los genocidas, la masividad y la potencia del acto del jueves es una advertencia de que no les será fácil dar marcha atrás lo que avanzó la justicia. Es un tema arraigado en la sociedad, aunque resulta muy claro que en Juntos por el Cambio y en el Poder Judicial quedan fuertes bolsones de autoritarismo que tratan de engañar incautos con el mismo discurso difamador que usaron para atacar a sus rivales políticos.

La inmensa mayoría de esa multitud fueron los jóvenes de menos de 30 años, muchos de los cuales participaron por primera vez en estas marchas. A los que se sumaron las nutridas columnas de adolescentes de colegios secundarios y de muchos otros que acudieron convocados por su propia sensibilidad.

Es probable que muchos de los adultos que estuvieron, fueran los jóvenes que participaron en marchas anteriores. Pero la juventud fue mayoría. Para desgracia de la derecha pro dictadura, la defensa de los derechos humanos se sostiene en el tiempo con una dinámica permanente de renovación generacional.

Hay una campaña muy fuerte de las corporaciones mediáticas que buscan mostrar que “la juventud” sigue las posiciones ultraconservadoras e individualistas de Javier Milei. Se hacen encuestas sobre la composición de sus votos, que todavía son minoritarios, y resulta que la mayor parte de esos votos provienen de jóvenes. Son la mayoría de la minoría. Hay un fenómeno real, pero las marchas del 24, tanto la de la izquierda, como la de los organismos de derechos humanos, demostraron que todavía los jóvenes son convocados por causas justas y no por egoísmos extremos de defensores de privilegios y desigualdades.

Hay jóvenes que hablan de la “casta política” como responsable de todos los males, para ocultar la voracidad de las corporaciones y del poder económico, los verdaderos responsables de los quebrantos reiterados del país. Un discurso que no tiene reparo en ubicar como los salvadores de la patria a los responsables del desastre. La angustia del sálvese quien pueda y las pocas oportunidades que tienen los jóvenes en el neoliberalismo genera desaliento y desencanto y permeabiliza la penetración de este discurso de la derecha.

Llámense “Jóvenes Republicanos” o “Tradición, Familia y Propiedad”, siempre hubo grupitos juveniles como los cuatro que se filmaron cuando vandalizaron la estación de subterráneos Rodolfo Walsh. Señoritos de pelito corto que nunca habrán asistido a un recital de rock, de cumbia o de rap; son jóvenes que piensan como los viejos carcamanes que los inducen a realizar esas acciones que conllevan una fuerte violencia moral.

Los jóvenes que participaron en la marcha del jueves están en las antípodas de esos cuatro pichones de Videla. Y representan a la mayoría, son estudiantes y trabajadores que sufren la falta de oportunidades en esta sociedad –cosa que no ocurre con los hijos de los ricos– pero han resistido la tentación de refugiarse en las propuestas mentirosas y violentas de la derecha.

La columna de los organismos de derechos humanos con la gran bandera que lleva los retratos de los desaparecidos fue una de las más numerosas. Sin embargo, la más numerosa fue sin duda la de La Cámpora. Fue llamativo el esfuerzo de convocatoria que realizó la agrupación que encabeza Máximo Kirchner. Fueron varias cuadras de manifestantes desde la exESMA hasta la Plaza de Mayo.

En algunos medios se quiso explicar este esfuerzo de convocatoria como un intento de copar el acto del 24. Pero es un acto que no se puede copar aunque fueran los únicos que llevaran gente, porque tiene la marca de los organismos de derechos humanos, es un acto político, pero no de los partidos que participan.

Otros hablaron de los acarreados, de gente que va por los planes. Es una explicación facilista para algo muy evidente. En el medio de un debate interno muy fuerte sobre la política económica del gobierno del cual forman parte, el esfuerzo de convocatoria se entiende como una forma de hacer una demostración de fuerza. Detrás de esa enorme columna de manifestantes hay un amplio despliegue territorial que la conducción de la agrupación hace valer en la interna.

Pero quizás, el mensaje más fuerte no haya sido la masividad de esa columna, sino la presencia de algunos de los intendentes del PJ más representativos del conurbano. Son intendentes que no forman parte de La Cámpora y que en el debate han mantenido posiciones conciliadoras entre las partes.

La resonancia de las críticas llevaron en un momento a que se interpretaran posiciones “rupturistas” y otras “acuerdistas” a cualquier costo. Las declaraciones de los dirigentes camporistas apuntaron a que sus diferencias no son rupturistas.

Los intendentes están en la primera línea de la gestión, tienen contacto permanente con el territorio. Sus presencias o visitas a la columna de La Cámpora tuvo un objetivo contemporizador. Pero también fue una forma de dejar establecido que los llamados de atención que hace la agrupación sobre la urgencia de medidas para los sectores vulnerables y para combatir a la inflación, son reales y no abstracciones que esconden una disputa de poder.

El debate interno comenzó con la primera carta de Cristina Kirchner que hacía una advertencia por la profundización de la desigualdad que provocó la pandemia y esas diferencias se profundizaron con la firma del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, cuyo directorio del organismo financiero aprobó ayer.

El acuerdo entró a funcionar y el Fondo prestó más de nueve mil millones dólares para pagar el primer desembolso de menos de tres mil millones. Hay dólares para apuntalar las reservas y frenar la devaluación del peso. El Fondo le hizo daño a la economía argentina con un préstamo absurdo y no hizo ninguna concesión real en la negociación posterior. Cedió las facilidades extendidas que están pensadas para préstamos diez veces más chicos que el que le dieron a Mauricio Macri. Y ahora hay un programa que será rediscutido hasta el infinito, lo que expondrá el fracaso del Fondo. El Fondo puso más de lo que correspondía antes de llegar a la primera revisión.

Y el gobierno deberá atender un escenario muy difícil por el crecimiento de la pobreza y la inflación, encorsetado por varias de las exigencias que plantea el acuerdo.